jueves, 24 de septiembre de 2015

Cinco elementos en torno a la Secretaría de Cultura

Es economista egresado de la UAM Xochimilco y del CIDE, con amplia experiencia en el análisis de los alcances físico y financiero de los programas presupuestarios. Su interés se orienta a investigar sobre la relevancia económica de las actividades culturales y la distribución de los ingresos generados, en la cual los artistas son los menos favorecidos.



Antonio Mier Hughes
El anuncio de la creación de una Secretaría de Cultura durante la presentación del 3er Informe de Gobierno de Enrique Peña Nieto, generó un sinfín de expectativas, positivas y negativas, que al parecer van a quedar en eso: meras expectativas, ya que la iniciativa presentada por el equipo presidencial no muestra nada nuevo bajo el sol.
Mi primer impulso al escribir este artículo fue el de compartir la insatisfacción que me produjo su lectura, pero para eso están las redes sociales. Mejor voy a intentar establecer cinco puntos sobre los cuales podamos generar un debate.
Primero: Se trata de un trasplante. En efecto, la iniciativa para la creación de la Secretaría de Cultura simplemente propone quitar las atribuciones en la materia a la SEP, que las ejerce a través del CONACULTA, para asignárselas a la Secretaría de Cultura. A la par, el personal y los bienes materiales del Consejo, también serán traspasados a esta nueva dependencia federal.
Segundo: Ni más gasto, ni más plazas. La iniciativa en cuestión viene acompañada de un dictamen sobre su impacto presupuestario elaborado por la Dirección General de Programación y Presupuesto “A”, en el cual se reconoce que las funciones de CONACULTA serán trasladadas a la nueva secretaría y que ello no implica erogaciones adicionales a las asignadas en el presupuesto. Con esto se confirma lo aseverado en el primer punto, de que este cambio no va más allá de un cambio de nombre, aunque brinda una mayor autonomía a la política cultural.
Tercero: ¿A qué se refieren con  profundizar la redefinición del papel del Estado en la vida cultural del país? En los últimos años, la vida cultural del país ha avanzado a pesar de la lamentable inmovilidad de los instrumentos de intervención del gobierno. La integración a los procesos culturales de nuevos protagonistas como la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, por medio de los recursos etiquetados, los gestores culturales y las empresas culturales y creativas, han ido adquiriendo importancia, a la vez que se han constituido en una alternativa a las actividades y los recursos que transfiere el Gobierno Federal por gestión directa del CONACULTA y a los programas culturales de las dependencias y entidades de los tres niveles de gobierno.
Sin embargo, ninguna de estas fuentes alternativas de impulso a la cultura y las artes, y de generación de ingresos, son consideradas en la iniciativa. Una redefinición como la califican, necesariamente debe de reconocer a los nuevos agentes e instrumentos culturales que ya están actuando.
Cuarto: ¿Quiénes van a aprovechar de manera intensiva el patrimonio e infraestructura culturales? La iniciativa señala claramente el propósito de conservar y aprovechar de manera intensiva el patrimonio y la infraestructura. No dudamos que el Estado tiene la obligación de garantizar la conservación de este importante recurso, pero en esta época de austeridad, y aún en períodos de auge, es difícil que se cuente con los fondos necesarios para lograr una ocupación y utilización adecuada de todas las instalaciones. Nuevamente es necesario considerar a estos agentes de la sociedad, gestores y empresas culturales y creativas, como posibles usuarios de esos espacios para su uso pleno.
Es en este sentido donde se deben de proponer instrumentos alternos de concesión que den cabida a los agentes culturales de la sociedad para que, además de aprovechar las instalaciones de manera sostenible, generen espacios y actividades de difusión y formación de la cultura y las artes que tengan un impacto directo local en la promoción de la integración social y la generación de fuentes de trabajo.
Quinto: Ausencia total de reconocimiento como actividad productiva y, por ende, de medidas de protección para los trabajadores culturales Es lamentable que en todo el cuerpo de la iniciativa sólo se mencione una cifra imprecisa sobre la importancia económica de las actividades culturales, y que no se haga mención de la Cuenta Satélite de la Cultura. Lo anterior nos conlleva a suponer que el reconocimiento de la importancia económica de la cultura se encuentra en un segundo nivel y que por lo tanto no podemos esperar que la nueva secretaría se enfoque al establecimiento de medidas de política económica para su promoción. Asimismo, parece que no tienen importancia las relaciones laborales ni los servicios de seguridad social en favor de los trabajadores.
Por todo lo anterior, la iniciativa en cuestión nos deja en un estado de insatisfacción. No podemos negar que con esta propuesta se busca fortalecer la autonomía de la política cultural, pero a su vez, observamos que prevalece el enfoque paternalista de la misma al carecer de una visión más amplia y actualizada. En este sentido el dictamen de la Dirección de Programación y Presupuesto “A” es el que resume de mejor manera la iniciativa, ya que sólo se pretende cambiar la denominación y la categoría del CONACULTA,
Consideramos que la nueva dependencia tiene mucho por hacer, empezando por reconocer a los nuevos actores y mostrar una apertura para la inclusión de instrumentos novedosos, menos paternalistas y más participativos, congruentes con una sociedad que requiere de muchos alicientes para avanzar en el mejoramiento de su calidad de vida.

Fuente: Artículo obtenido de Grupo de Reflexión Sobre Economía y Cultura (GRECU) Programa de Economía Cultural. UAM. http://economiacultural.xoc.uam.mx/index.php/mier/663-secretariacultura

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