lunes, 26 de septiembre de 2016

Ha esto se le llama corrupción, cinismo y falta de respeto al Revolucionario Institucional por parte de Enrique Ochoa.

Para la gran mayoría de la población, el despido y la renuncia, representa salir de una institución pública o privada, sin ningún apoyo económico para enfrentar el fantasma del desempleo y la búsqueda de otro espacio profesional que te permita seguir creciendo en la vida laboral.
Pero para otros, la gran minoría, significa salir con un respaldo económico sustancial y disponer de otro espacio laboral de manera automática que le permite no padecer los estragos de buscar otra opción política o laboral para seguir apoyando el sustento familiar.
Esa minoría, que es beneficiada y recibe un trato preferencial, dispone de un apoyo que no es igualitario al resto de la población que pasan por las mismas circunstancia de renuncia.
Y este es el caso del dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Ochoa, quién fue “beneficiado” por una liquidación que obtuvo tras renunciar a la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
El político priista, ahora se defiende expresando a los cuatro vientos,  que es una “historia falsa” que haya recibido un trato preferencial o irregular de la CFE, para que le otorgaran una liquidación por un monto de 1.2 millones de pesos, tras renunciar.
Parece que el Presidente del PRI a nivel nacional, no alcanza a comprender que un acto o un beneficio de esa magnitud significa para millones de mexicanos una cachetada con guante blanco, ya que millones de casos que se realizan bajo tales términos de renuncia, los ex – colaboradores, ex – trabajadores, no reciben ni las gracias de sus patrones.
Sin embargo, la renuncia de la CFE para Enrique Ochoa significo una liquidación de 1.2 mdp.
Este hecho no abona nada a favor de la lucha contra la corrupción, al contrario deja una estela de dudas, si en verdad Enrique Ochoa tiene la voluntad de ir en contra de la corrupción.
Documentos oficiales indican que Ochoa recibió una liquidación equivalente a nueve meses de su salario de la CFE (1.2 millones de pesos), pese a que fue director de esta empresa durante sólo dos años y cinco meses, y a que no fue despedido, sino que renunció.
Expertos en derecho laboral coincidieron en que se trató de “un pago indebido”, porque obtuvo beneficios económicos como si hubiera sido despedido y, al tratarse de una renuncia, el monto debía ser menor.

Como podrá apreciarse, en México existen tratos preferenciales que en nada abonan la credibilidad de las instituciones, ni mucho menos a los políticos.

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