Quién tenga la oportunidad
de conocer el Cuartel General de Emiliano Zapata en San Pablo Oztotepec, Milpa
Alta, sabrá a ciencia cierta, que ese lugar, es emblemático, ya que un hombre
de convicciones, ideales y esperanzas, logro vislumbrar desde lo más alto de
las montañas que desembocan a la capital de la República por la parte sur de la
Ciudad de México, la importancia de su lucha, sus convicciones y sobre todo
ideales por ofrecer a los más desprotegidos un pedazo de tierra para cultivar y
comer, así como, una alternativa plena de libertad y esperanza para poder
labrar un futuro prometedor que sea parte fundamental del desarrollo y
crecimiento de México.
A más de cien años de
que Emiliano Zapata estuviera en ese sitio histórico y diera a conocer su
Manifiesto en Agosto de 1914, la situación que vive el Campo sigue siendo
desolador.
Organizaciones y
asociaciones que se han formado, generado, y se han constituido, pretendiendo abanderar
los ideales del zapatismo y la lucha a favor del campo y de los propios
campesinos; no alcanzan a comprender que la verdadera lucha y el estandarte que
sigue siendo pieza fundamental del campesino no es el personaje como tal, sino
el principio básico de esa gran batalla escenificada por un idealista, que es Tierra
y Libertad.
Tierra para poder
seguir disponiendo de un espacio para vivir, tierra que le permita al
desposeído cultivar el producto de su esfuerzo cotidiano para poder alimentarse
y subsistir.
Libertad de poder
decidir qué tipo de cultivo generar, libertad que le permita ser parte integrante
de una comunidad para decidir su futuro inmediato y de sus hijos. Libertad para
proponer, libertad para decidir,
libertad para no depender como fue en aquellos años donde el campesino era
esclavo de sus propias deudas, de sus propias deficiencias, de su propia
historia de soledad y olvido.
Hoy nos topamos con
movimientos que pretenden reivindicar el legado de ese caudillo del sur, pero
no existe un proyecto real, palpable y sólido que en verdad se encamine a
fortalecer y coadyuvar para que el principio de Tierra y Libertad se siga
sosteniendo con plenitud y sea modelo pleno de desarrollo y crecimiento de una
nación.
Como lo dio a conocer
en 1914, Emiliano Zapata, en ese Cuartel General de Milpa Alta, “El campesino tenía hambre, padecía miseria,
sufría explotación, y si se levantó en armas fue para obtener el pan que la
avidez del rico le negaba; para adueñarse de la tierra que el hacendado, egoístamente
guardaba para sí; para reivindicar su dignidad, que el negrero atropellaba inicuamente
todos los días. Se lanzó a la revuelta no para conquistar ilusorios derechos
políticos que no dan de comer, sino para procurar el pedazo de tierra que ha de
proporcionarle alimento y libertad, un hogar dichoso y un porvenir de
independencia y engrandecimiento”.
Y que razón tenía
Zapata, que plasmaba en su manifiesto al Pueblo de México la verdad que existía
en torno al campesino y el porque de la Revolución, de su levantamiento armado.
El campesino tenía hambre, padecía miseria y sufría explotación.
Es así como a más de
cien años de esas reveladoras palabras, su concepto sigue vigente
Y que decir en cuanto
a las líneas escritas por Zapata plasmado en su manifiesto de ese mes de agosto
de 1914, donde señala: “la creación de poderosos intereses afines
a la revolución y solidarios con ella, se llevará a feliz término si se
restituye a los particulares y a las comunidades indígenas los terrenos de que
han sido despojados por los latifundistas, y si este gran acto de justicia se
completa, en obsequio de los que nada poseen ni han poseído, con el reparto
proporcional de las tierras decomisadas a los cómplices de la dictadura o
expropiadas a los propietarios perezosos que no quieren cultivar sus heredades.
Así se dará satisfacción al hambre de tierras y al rabioso apetito de libertad
que se dejan sentir de un confín a otro de la República, como respuesta
formidable al salvajismo de los hacendados, quienes han mantenido en pleno
siglo XX, y en el corazón de la libre América, un sistema de explotación que
apenas soportarían los más infelices siervos de la edad europea.
El Plan de Ayala, que traduce y encarna los ideales
del pueblo campesino da satisfacción a los dos términos del problema, pues a la
vez que trata como se merecen a los jurados enemigos del pueblo, reduciéndolos
a la impotencia y a la inocuidad por medio de la confiscación, establece en sus
artículos 6° y 7° los dos grandes principios de la devolución de las tierras
robadas (acto exigido, a la vez, por la justicia y la conveniencia).
Quitar al enemigo los medios de dañar, fue la sabia
política de los reformadores del 57, cuando despojaron al clero de sus inmensos
caudales, que sólo le servían para fraguar conspiraciones y mantener al país en
perpetuo desorden con aquellos levantamientos militares que tan grande parecido
tienen con el último cuartelazo, fruto, también, del acuerdo entre militares y
reaccionarios.
Y en cuanto a la obra reconstructora de la revolución,
o sea, la de crear un núcleo de intereses que sirvan de soporte a la nueva
obra, esa fue la tarea de la revolución francesa, no igualada hasta hoy en
fecundos resultados, puesto que ella repartió entre millares de humildes
campesinos las vastas heredades de los nobles y de los clérigos, hasta
conseguir que la multitud de los favorecidos se adhiriese con tal vigor a la
obra revolucionaria que ni Napoleón, con todo y su genio, ni los Borbón, con su
aristocrática intransigencia, lograron nunca desarraigarla del cuerpo y del
alma de la nación francesa.”
Es así como una
nación que pretenda seguir despojando de sus tierras a los campesinos y pretenda
coartar las libertades, estarían condenados a que la historia una vez tenga que
volverse a repetir de manera irremediable.
Hoy más que nunca,
los seguidores de los ideales de Zapata deben proyectar sus acciones para
evitar que la Tierra y la Libertad sean arrancadas a los campesinos, que
existan mejores condiciones para que estos hombres y mujeres que se esfuerzan
día tras día por generar el alimento que necesita la nación dispongan de los
medios productivos adecuados y los recursos suficientes que les permita que su
pequeña empresa logre sobrevivir ante los vaivenes económicos de una nación en
crisis.
Hoy más que nunca, no
sólo se debe salir a las calles para solicitar apoyos a favor de los
campesinos, sino debe salirse a las calles para que nadie pretenda despojar las
tierras y libertades de los campesinos que tienen derecho y están escritas en
la carta magna de la nación.
Si en verdad, desean
mantener el espíritu del Caudillo del Sur, no basta decir con plenitud de que ¡Zapata Vive!, es necesario que su
legado y sus esperanzas sean considerados en cada acción que se manifieste,
procurando que el campesino logre alcanzar su desarrollo y crecimiento pleno.
Requerimos un campo
fuerte, en constante movimiento que le permita su desarrollo y modernización,
requerimos que existan hombres y mujeres que crezcan en lo individual y en
equipo, para generar proyectos productivos acordes a las necesidades de la
nación.
Requerimos de un
esfuerzo multidisciplinario, donde hombres y mujeres diseñen las acciones
necesarias para que la Tierra y la Libertad, siga siendo el principio básico
que permanezca en todo territorio nacional.
¡Zapata Vive! Y seguirá viviendo,
siempre y cuando se mantenga con plenitud sus principios básicos de Tierra y
Libertad.
Ese es el camino que
debe seguirse y no pretender estirar la mano solicitando apoyos al Gobierno
Federal, que en muchas de las veces no llegan a los hombres y mujeres del campo
que realmente lo necesitan. Es indispensable que los apoyos no solo vengan del
erario público, sino que las mismas comunidades contribuyan en defender a los
hombres y mujeres que han logrado mantener las tierras productivas, que día
tras día las mantienen en crecimiento a pesar de los grandes pesares de esos gobiernos
insensibles que han provocado su abandono y desolación.
Si realmente deseamos
mantener el legado de un hombre que fue capaz de agrupar una fuerza
revolucionaria como lo hizo Zapata, es indispensable abanderar y seguir
abanderando el postulado básico de Tierra
y Libertad, sólo así podrán saber que ¡Zapata
Vive!.
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