A través de los años un fenómeno se ha incrustado de
manera impropia en la forma de ser y comportarse de un gran número de
ciudadanos que por una u otra razón han tomado ese modelo que incide de manera
negativa en el desarrollo y crecimiento de un país, de un Estado, de un
Municipio y de la propia comunidad.
Ese fenómeno es la corrupción, que se ha impregnado de
manera peligrosa en una sociedad que actualmente vive, siente y percibe sus
efectos devastadores que provoca la desunión, la falta de sensibilidad, la
falta de armonía y la pérdida de valores provocando el incremento de la
inseguridad, la violencia, la desigualdad, la discriminación, la ignorancia, la
injusticia y la negligencia.
Hombres y mujeres, han caído por igual en una espiral de
descomposición social que presagia una batalla encarnizada por el poder, el
liderazgo, la dominación y sobre todo la descomposición social y humana.
Estamos en una guerra psicológica, donde los que han
logrado sobresalir son aquellos que se dicen ser “Más inteligentes que los inteligentes”, sus actos y sus principios
es la de ganar y obtener utilidades por su proceder, utilizando el mínimo
esfuerzo, aprovechando sus mañas, su falta de respeto a la legalidad, a la
moral y los valores. Son soberbios y derrumban conciencias arrastrando al vació
a miles de ciudadanos que padecen necesidades reales o ficticias. Se ocultan
detrás del poder, utilizan los recursos públicos para corromper y abanderan programas
solidarios llenos de deslealtad, comprando conciencias y corrompiendo a hombres
y mujeres por igual.
El concepto de corrupción es amplio. Incluye soborno,
fraude, apropiación indebida u otras formas de desviación de recursos por un
funcionario público, pero no es limitado a ello. La corrupción también puede
ocurrir en los casos de nepotismo, extorsión, tráfico de influencias, uso
indebido de información privilegiada para fines personales y la compra y venta
de las decisiones judiciales, entre varias otras prácticas.
La corrupción significa la destrucción de la vida
institucional, el desprecio por la legalidad y el triunfo de la ilegalidad e
inmoralidad, en pocas palabras “el que
no tranza no avanza”.
Acciones y paliativos se han emprendido con la firme intención
de tratar de evitar el crecimiento de la corrupción y el enriquecimiento
ilícito. Medidas que no reflejan acciones concretas que permita combatir la
corrupción. La transparencia y rendición de cuentas, así como, el programa de 3
de 3, son simples aspirinas que en nada resuelven el verdadero problema de la
corrupción, quienes promueven dichas medidas lo hacen a sabiendas que el
problema de la corrupción no se resolverá a corto, mediano ni largo plazo,
simplemente, es un show mediático, porque la honestidad no requiere de firmas y
compromisos, dirían nuestros abuelos, la honestidad se encuentra en la palabra,
en la honorabilidad de cada persona que lo confirma con su proceder.
La corrupción es un virus que se impregna en cada hombre
y cada mujer, generando la división social y la división familiar, quien
corrompe lo hace por un interés, quién se corrompe, también lo hace por un interés,
la corrupción, por lo tanto es por interés.
La ciudadanía que juega sucio, de manera desleal y con
una consciencia plena de realizar un acto ilícito, debe ser combatida con
inteligencia, quitándole de la mano cualquier forma u oportunidad que le
permita corromperse o corromper a su familia o su propia comunidad.
Este mal no solo lo podemos encontrar en el ámbito
público, además, lo encontramos en ámbito privado, en las grandes esferas
empresariales que buscan mantener privilegios y coadyuvan con recursos materiales
o humanos para que sus privilegios y concesiones sigan en sus manos.
La corrupción es parte de la vida nacional y para poder
combatirla no debe ser solamente hacía unos cuantos, debe ser combatido en
todas las esferas sociales.
La corrupción es por hoy el principal problema social,
económico y político que padece la sociedad en su conjunto, en ella no hay
reglas, no hay moral, no hay principios, solo la acumulación de ganancias y el
incremento de la soberbia personal y psicológica que lo hace creer y sentir que
es superior por encima de los mismo Dioses.
En morena sabemos bien que esa forma de proceder y actuar
debe ser combatida.
Hoy más que nunca la batalla será en las calles, en los
centros de trabajo, en las empresas y en la propia industria, si en verdad
deseamos Transformar a México con Cambio Verdadero, será indispensable
erradicar y combatir la corrupción en sus diversas modalidades y señalar con
plenitud a todos aquellos que por unas cuantas monedas corrompen la conciencia
de miles y miles de mexicanos.
No queremos más espejitos, ni despensas, ni promesas,
deseamos un México que nos permita disponer de empleo, de oportunidades de
bienestar y desarrollo profesional y humano. Deseamos romper con aquellos
esquemas que han permitido que un Partido siga en el poder a pesar del desastre
político, económico y social que tiene sumido al país.
Necesitamos darle la espalda aquellos partidos, que no
lograron alcanzar las metas de Transformación y cambio, y que ahora por unos
cuantos puestos han vendido la conciencia, la democracia y la riqueza de
México. El PAN, el PRD y los demás partidos satélites, ni pichan, ni cachan ni
dejan batear, ahora son simples dependientes del sistema.
La Revolución de la Conciencia que habrá de emprender
morena, debe encauzar a la sociedad mexicana a un nuevo nivel de desarrollo,
crecimiento y transformación social.
La batalla entre Corrupción
de las Conciencias contra la Revolución de las Conciencias ha iniciado y en
los procesos electorales del 2016, 2017 y 2018 se sabrá si México tiene
esperanza de salir adelante o si está dispuesto a seguir con más de lo mismo.
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