En plena recta final la
Administración de Enrique Peña Nieto, donde su ventaja obtenida en sus dos
primeros años, que lo llevaron a ser considerados como el Salvador de México,
ha quedado en el olvido.
Hoy por hoy, la
administración de EPN, atraviesa por una debacle que no ha logrado superar
desde el 2014, el Gobierno Federal no ha logrado levantar una economía que simplemente
no desga, la depreciación constante del peso, el incremento de la inflación y
de la deuda pública, la reducción de la inversión pública en materia de
infraestructura; la falta de voluntad para resolver el caso de la desaparición
forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, de los más de 30 mil desaparecidos,
así como las masacres de migrantes y las fosas clandestinas, el creciente
número de feminicidos sin resolver; la “Casa Blanca” y la de Malinalco; el
incremento de asesinatos dolosos y el gasto desmedido en comunicación política,
como el incremento de la pobreza y la marginación, maquillada por las
instituciones oficiales que utilizan otros indicadores para procurar mostrar
una realidad que no existe en papel, pero se observa con plenitud en todo
territorio nacional, demuestra que el Gobierno de Enrique Peña Nieto, llega a
su último año de gobierno debilitado y en pleno debacle.
Los resultados del Pacto
por México un día después de su toma de protesta y la puesta en marcha de 11
reformas estructurales que para la sociedad mexicana han resultado una regresión
en sus derechos laborales y fuerte dolor de cabeza, los bolsillos de la población
reflejan perdidas, los bajos salarios y los altos precios no permite el ahorro
de las familias, las alzas al costo de los energéticos, una reforma educativa
que en tres años tuvo que ser prácticamente reformulada, que en nada contribuye
a mejor los niveles de calidad de la educación y tampoco ha contribuido a
mejorar la infraestructura educativa, ya que existen espacios educativos que
padecen de lo elemental para la enseñanza, da como resultado que las Reformas
Estructurales no fueron transformadoras y que han sido una verdadera carga para
la ciudadanía en general.
La percepción
ciudadana es clara, hay muchos pendientes.
Las cifras de empleo, son
engañosas, porque los ingresos continúan siendo muy bajos y desiguales regionalmente
y la informalidad se coloca por arriba del 55 %.
A ello se le suma una
inflación que se mantuvo muy estable hasta inicio de año, pero luego se aceleró
hasta registrar un 6,44 % interanual en julio.
Lo anterior se deriva al
polémico aumento gubernamental de las gasolinas en el marco de una
liberalización del sector, y a la depreciación del peso, que encareció las
importaciones.
Cabe recordar, que
cuando Peña Nieto empezó su mandato, la moneda mexicana se ubicaba en 12,96
dólares y hoy se coloca en 17,79.
Los recortes presupuestales
al gasto público que afectaron programas sociales y obra pública, han sido
medidas que habrán de impactar en el presupuesto del 2018.
La corrupción y los
sobrecostos son el talón de Aquiles de un Gobierno que ha sido muy malo
gastando, muy malo en la calidad del gasto y muy malo en la ejecución de
proyectos y asignación de contratos.
Y que decir de la inseguridad,
que ha llevado al hartazgo a buena parte de la ciudadanía y dejando por los
suelos la popularidad de Peña Nieto, según encuestas.
La gente no solo está
enojada por la violencia, sino además, por la parte económica que no alcanza a
percibir en sus bolsillos.
Como candidato a la
Presidencia, Peña Nieto firmó 266 compromisos ante notario público, le faltan
por cumplir 106, los cuales estaban encaminados con la construcción de
carreteras, hospitales, plantas de tratamiento y sistemas de transporte local,
la mayoría son obras públicas muy difíciles de cumplir, ofreció garantizar la
seguridad pública en ciudades con altos índices de violencia, como Acapulco y
Veracruz, tampoco lo cumplió.
Peña Nieto, quizá ha tenidos éxitos, para unos
cuantos, pero para las mayorías estos no se reflejan en el bolsillo de los
mexicanos promedio, que no siente los beneficios de las reformas estructurales.
Lo que si ha sentido la población es el gasolinazo, el incremento de los
precios de la canasta básica, sobre todo de aquellos productos de mayor
necesidad para la población.
Se habla de un crecimiento
débil pero sustentado de la economía, pero este no se percibe, no se siente, no
se palpa, como si no existiera.
El crecimiento del PIB
ha tenido un comportamiento débil, el PIB de México creció el 2,3 % en 2016, un
2,5 % en 2015, un 2,1 % en 2014 y el 1,4 % en 2013, resultados muy similares al
promedio de los últimos 30 años.
Otro de los avances
que se da a conocer es el buen desempeño en los últimos meses de las
exportaciones -un 10,4 % anual en el primer semestre- o el auge de la inversión
extranjera, pese a que la incertidumbre arraigada al fenómeno Trump tiende a frenará.
Lo anterior, sumado a un índice de desempleo de 3,4 % del total de la población
activa en julio, marca una ligera disminución, derivada por el consumo interno.
En cuanto al porcentaje
de mexicanos en situación de pobreza, según cifras del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), se pasara del 45,5 %
en 2012 al 43,6 % en 2016.
Como podrá observarse,
se deberá tener mucho cuidado con las cifras de los principales indicadores,
con el fin de poder realizar análisis serios que permita prever hacia donde se
dirige la economía mexicana y tener muy presente como viene el Paquete Económico
2018.
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