Palos de ciego,
ocurrencias y berrinches, son el reflejo de una oposición moralmente derrotada,
perdidos en sus frustraciones y perdidas, invocando esos tiempos de bonanza,
que día a día se alejan y se desvanecen ante el avance de la cuarta
transformación.
Sin Proyecto de Nación
y sin poder imaginar un nuevo modelo de desarrollo económico y social, que sea
diferente y pueda atraer la atención de todos aquellos que le dieron la espalda
en dos periodos presidenciales y que les permita tener la posibilidad de poder
mantener gobernando en los espacios que aún mantienen con alfileres y están en
riesgo de perder, incrementa más su desdén en torno a un pueblo sabio que no
alcanza a comprender de la lucidez y brillantes de su clase política.
Más de lo mismo, lo
mismo de siempre, son evocaciones de quienes un día fueron los todos poderosos
de México y hoy maldicen a un pueblo que no los entiende, no les reconocen ni
mucho menos les brinda un lugar en la gran historia de México. El duelo de la
perdida, de esos privilegios, de esas libertades que gozaban y les permitía
estar en los cuernos de la luna, embriagados por el néctar del poder, son las
añoranzas de esa clase política y de sus comparsas, que un día sí y otro
también, critican, descalifican, denuncian y cuestionan los vientos de cambio y
transformación.
Su símbolo de su
perfección es una estela de luz, el cual queda eclipsada ante la realidad que
hoy atestiguan, hay ráfagas de cambio, de transformación, de modelo económico,
de proyectos y acciones que surgen desde Palacio Nacional.
No habrá rescates a
costilla del pueblo, no habrá endeudamiento público para salvar a empresas y
cargar el costo a las nuevas generaciones de mexicanos, no habrá más
privilegios, los empresarios que han logrado su éxito con sacrificio, esfuerzo
y dedicación no requieren de apoyos gubernamentales, hay una clase empresarial
que solo requiere de oportunidades para invertir y demostrar su capacidad para
edificar grandes sueños. Esos empresarios en cualquier lugar y momento tienen
las puertas abiertas para participar activamente.
Quién ama a México, no
piensa en divisiones, renuncias o dimisiones, quién ama a México, solo piensa
en estar al frente en las grandes batallas enfrentando con vehemencia y patriotismo
la defensa de su nación y pueblo. Son los primeros que enfrentan el caos, la
crisis, la emergencia que aflige a la población y de manera honorable y
eficiente pone su mayor esfuerzo, destreza, conocimientos y vehemencia para
vencer la adversidad y sacar a flote a toda una nación.
Quienes no aman a México,
solo buscan salvarse asimismo, solo pretenden salir del conflicto evocando que
son muy importantes para la nación y sin ellos no habrá desarrollo, crecimiento
y modernización. Son los mismos de siempre que dividen, traicionan, denuncian y
corrompen pretendiendo obtener privilegios, dádivas y recompensas. Sin importarles
la nación, solo les importa la riqueza.
Una oposición sin
proyecto de nación, sin el respaldo del pueblo, difícilmente podrá arribar a
puerto seguro. Solamente representan una oposición moralmente derrotada, sin
ilusiones, sin esperanzas y sin anhelos, temen al pueblo sabio y bueno, que lo
ven como su enemigo y lo desprecian considerándolo inútil e improductivo, sin
saber que solo el pueblo puede salvar al pueblo y solo el pueblo puede
construir y edifica una gran nación.
Por ello, el cambio
verdadero requiere que ese pueblo sabio y bueno avance con paso firme
construyendo, edificando, produciendo, diseñando y plasmando en su modernidad y
progreso las enseñanzas de su historia y cultura. La participación de todos los
sectores de manera integral y comprometida será la fortaleza ante la emergencia
económica y de salud que hoy enfrentamos. Requerimos en estos momentos de una
oposición que no este moralmente derrotada, sino una oposición que este
activamente comprometida a la transformación y al Renacimiento de México.
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