miércoles, 6 de enero de 2016

El Campo Mexiquense requiere con urgencia un Programa “Cuántico de Revolución Agropecuaria”.


El campo mexicano lleva décadas perdido en el umbral de la indiferencia, el descuido y su degradación como espacio productivo, innovador y de vanguardia, ha dado lugar a que su situación sea alarmante. El responsable de esta realidad, es indudablemente el Estado, el cual ha mostrado un gran desinterés para fortalecer al campo, en especial a los pequeños productores; por su falta de visión ha impedido generar las condiciones propicias que permita sacar del subdesarrollo a este sector de gran importancia para el país.
Es indispensable, atender y resolver los problemas que se han venido acumulando por décadas y han puesto de rodillas al campo, sus productores y todos aquellos que de una u otra forma participan en este sector.
No podemos olvidar que el proceso de industrialización, urbanización, la globalización y los cambios tecnológicos han impactado en la productividad de este sector, provocando una enorme brecha entre el desarrollo de la agricultura que disponemos y el mercado exportador.
México, aún vive y dispone de una agricultura tradicional de subsistencia, la cual continua con un retraso de cerca de 50 años, en comparación a diversos países que han puesto manos a la obra para otorgarle a este sector el lugar que le corresponde.
Todo lo anterior, es una pequeña parte de los verdaderos problemas que el campesino tiene que enfrentar ante la indiferencia de sus autoridades y la falta de compromiso de los partidos políticos por atender sus problemáticas y requerimientos. Es necesario avanzar con acciones concretas que permitan su evolución, desarrollo y consolidación.
Hoy en día se requiere de una política pública, que se encamine en atender y resolver con prontitud todas y cada una de las limitaciones que el campo enfrenta y sus productores.
El campo en estos momentos sigue produciendo pobreza, migración, improductividad y deterioro de las propias tierras por la falta de atención y mejoras.
La falta de subsidios, asistencia técnica y precios de garantía acorde al valor de los productos de los pequeños productores, son parte del desastre que se vive en el campo. En la actualidad las actividades no agrícolas representan un espacio en donde las familias rurales logran obtener recursos.
Ante este desastre, es indispensable que el campesino, asuma una posición de liderazgo e inicie un nuevo camino en donde lo importante sea el futuro de sus tierras como el de su familia y su entorno inmediato.
Como resolver el problema y generar las condiciones que permita que el campo regrese por la senda del éxito y sea una palanca de desarrollo generando empleo productivo para sus comunidades, la respuesta es sencilla, avanzar con plenitud en una política de Revolución Agropecuaria en donde se dé un salto cuántico de lo que hoy cuenta el campesino y lo que podrá obtener y generar a favor de su familia, su comunidad, su pueblo y su región; si avanza en modernizar y desarrollar el campo y convertirlo en un centro productivo empresarial, donde cada uno de los campesinos sean miembro activo de dicho centro empresarial agropecuario.
Lo anterior, no se logra solo brindando apoyos financieros a los pequeños productores y darles acceso a más fertilizantes y semillas mejoradas, hay mucho más que eso que puede implementarse para que el pequeño productor se convierta en un empresario agrícola, ganadero, avícola, foresta en conformidad a lo que realmente pretendan producir, contribuyendo al mejoramiento de su ambiente, promoviéndose la generación de empleo y generándose condiciones propicias que incidan favorablemente en su crecimiento y competitividad.
La realidad es contundente, la crisis del campo se debe a la falta de una verdadera política agrícola, que cambie los subsidios por inversión productiva para que el Estado deje de administrar la subsistencia del campo y lo ponga a producir. Fomentar el desarrollo rural va más allá de hacer nuevos programas gubernamentales y sustituir los subsidios por incentivos.
Las cifras del campo mexicano son alarmantes. Aproximadamente el 27% de la población de nuestro país vive en el campo, pero solo genera alrededor del 6.8% del Producto Interno Bruto (PIB). La pobreza en el medio rural afecta al 81.5% de la población, mientras que la pobreza extrema alcanza al 55.3%. El 25% de la población del campo es analfabeta, y solo uno de cada diez campesinos ha recibido algún tipo de capacitación para el trabajo. Mientras que la otra cara de la moneda muestra que el 45% de los productos agrícolas que se consumen en el país vienen del extranjero y cuestan más de 20 mil millones de dólares anuales.
Rescatar al sector agropecuario conlleva grandes retos. No basta con las grandes inversiones para la reactivación económica del campo, se requiere que el Estado diseñe y desarrolle una política agrícola nacional integral donde la tecnología, los canales de distribución, el mercadeo y la generación de indicadores del sector sean la base esencial que permita alcanzar objetivos y metas comunes.
Es indispensable corregir los desequilibrios que provocaron el abandono al sector, tales como: la descomposición social, la pobreza, la invasión de territorios agrícolas ahora bajo control de los grupos delictivos, la desprotección comercial a los agricultores tradicionales, la aparición de monopolios y oligopolios que impide la sana competencia, entre otros factores. El campesino debe competir pero al mismo tiempo para competir debe prepararse, modernizarse y ponerse en forma para afrontar los retos que es incrementar la producción de manera organizada y planificada.
Por todo lo antes expuesto, el campo debe iniciar un proceso de organización, planificación, modernización, desarrollo y puesta en marcha de diversos programas que permita explotar las tierras con plenitud, que los productores se capaciten de manera adecuada para eficientar sus procesos de producción y que exista un equipo de trabajo que coadyuve a que la distribución y los mercados en donde habrán de colocarse los productos le permita a la población acceder a productos de alta calidad y precios competitivos.
No sólo es cuestión de inversión y tecnificación, es más que todo ello, es cuestión de generar condiciones de formar una nueva comunidad campesina que al mismo tiempo que impulsa la producción y el desarrollo agropecuario, se establezca modalidades de distribución y permita que sus hijos, su familia se desarrollen y crezcan al mismo ritmo y circunstancia del propio campo.
Por eso es indispensable, que exista una nueva cultura que permita que el campesino se organice, genere su propio centro empresarial, disponga de un pensamiento estratégico, conozca la gestión de mercadeo, la operación del negocio, la gestión financiera, disponga de los conocimientos en cuanto al registro de sus ingresos y gastos; así como planifique sus créditos, su desarrollo y presencia en el ámbito regional, estatal, nacional e internacional. Logrando con ello, su modernización y siendo actor importante para la generación de empleo y bienestar social.

De estos temas y mucho más hablaremos en la próxima entrega relativa a la Revolución Agropecuaria y el Salto Cuántico del campo mexiquense. 

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