En los años recientes, la palabra leguleyo, se dice con persistencia cuando el individuo pretende aplicar el derecho de manera poco rigurosa. El leguleyo es aquel que quiere encargarse de asuntos legales sin contar con los conocimientos necesarios.
Se califica como leguleyo al que carece de precisiones o fundamentos legales. Algo parecido, ocurre, cuando dos periodistas comienzan a analizar una nueva ley que acaba de ser aprobada en un país. Como los dos comunicadores que debaten sobre la misma, no son abogados, realizan comentarios inexactos y con poca claridad, pero le brindan espacio a especialistas de modo, que puede brindar en opiniones no exactas o rigurosas por el hecho de mantener en futuras ocasiones los micrófonos abiertos para expresar su opinión. Por eso se afirma que al analizar una ley, se cae en un debate leguleyo.
En cambio, si quienes comentan la normativa son expertos en leyes, la conversación alcanzaría otro nivel de profundidad y se podría abundar en detalles técnicos. Siempre y cuando su análisis no solo sea de forma, sino además de fondo.
En la actualidad, dado el exceso de información a la que estamos expuestos a través de Internet, hay una tendencia donde la mayoritaria se sienten expertos, y opinan acerca de todos los temas, más allá de contar con los conocimientos o la especialización necesaria que se requiere para brindar interpretaciones y opiniones exactas y rigurosas.
Opinar sin suficientes fundamentos es peligroso y no aconsejable.
Todos los poderes e instituciones que componen al Estado mexicano son perfectibles, por lo que deben someterse a una mejora continua.
Y uno de los poderes de la nación que requiere con urgencia transformarse y mejorarse es precisamente el Poder Judicial, porque hoy es una institución muy lejana a los mexicanos, y sobre todo es el único poder que no emana de voto popular.
La transformación del país, que hoy vive el país, demanda cambios en todos los poderes, todos los órganos autónomos y toda la estructura gubernamental. Todo lo que implique el sector público debe de modificarse, mejorarse y transformarse sin excepciones. Porque es una demanda de la mayoría de la población, ninguna institución por más eficiente que pueda ser debe considerarse como "intocable".
No se trata simplemente de hacer un cambio de nombre, o algunas formas simples que deben mejorarse.. Se trata de ir construyendo instituciones confiables, eficaces, eficientes, modernas y cercanas a la gente que cumplan de manera veraz y oportuna sus funciones y responsabilidades.
Una institución que no brinde a la población los satisfactores necesarios del por que fue creado, es un elefante blanco que no debe existir.
Como se ha señalado por especialistas y expertos, México debe aspira a tener un Poder Judicial confiable, fuerte, apegado a derecho, asequible, y sobre todo cercano a la ciudadanía. Ya que en la actualidad, el Poder Judicial se encuentra muy alejado de la gente y más cercano a intereses particulares, lo que provoca su bajo nivel de confiabilidad.
No puede negarse, que la Suprema Corte es una institución muy lejana de las personas. Igual de lejos es llegar a un juzgado de distrito, a un colegiado, y las resoluciones son tardadísimas.
Un objetivo que tiene la nación ante si, es de promomer e impulsar una transformacion del poder judicial, con el fin de hacerlo confiable y mucho más cercano a los ciudadanos.
Y la transformación debe darse en la reducción de salarios para que ningún servidor público gane más que el presidente, que nadie este por encima de lo que marca la constitución, eliminar privilegios y aplicar una austeridad republicana acorde a las necesidades de la nación y que los recursos que se ahorren se destinen a sectores como la educación, seguridad pública y salud.
Reformar el Poder Judicial, es un asunto urgente y su conformación en lo relativo a ministros de la SCJN, deben emanar del voto popular.
Todas estas acciones no trata de afectar o atentar contra la autonomía del Poder Judicial, sino de fortalecerlo, de mejorarlo.
Nueva generación de ministros debe encabezar la transformación.
Lo deseable es que la transformación del Poder Judicial debe ser encabezada por los propios ministros que componen la Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como por todos los que laboran en ese poder, pero indudablemente, que la misma transformacion del Poder judicial puede surgir de la propia población a través de su voto.
Los propios ministros deben ser los que transformen el Poder Judicial, como los legisladores deben transformar al Poder Legislativo, y el presidente al Poder Ejecutivo. Esa debe ser la esencia ideal, que cada poder encamine sus esfuerzos a un cambio verdadero, no solo de forma, sino de fondo.
El rostro de los tres poderes deben cambiar. Y debe ser una visión de Estado, que permita que el país y la población se encaminen a un desarrollo social, económico, político y humano a favor de todas y todos.
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