Hoy el PRI lo extraña y demanda que los sueños de ese gran hombre se conviertan en una realidad
El 23 de
Marzo de 1994, un hombre de gran carisma, popular y emblemática presencia era
cobardemente asesinado, su nombre LUIS
DONALDO COLOSIO MURRIETA, quién había dado a conocer con vehemencia y
plenitud el camino a seguir para levantar a un México que se derrumbaba entre
la sinrazón y el autoritarismo de un sistema que pretendía cambiar su rumbo
histórico (revolucionario) a otro que era el de la globalización y la
dependencia económica.
En
aquellos momentos, diversos personajes del PRI atribuyeron a que Luis Donaldo
Colosio en su discurso del 6 de Marzo de 1994,
planteaba la independencia del PRI ante el gobierno para acabar con toda
presunción de partido de Estado; además de haber demandado de éste
imparcialidad y firmeza en la aplicación de la ley, un error grave de
interpretación, los priistas en esos momentos, no tuvieron la capacidad de
entender con plenitud lo que Colosio decía en su mensaje.
Las
palabras celebres de Luis Donaldo Colosio: “Veo un México con hambre y sed de
justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la
ley quienes deberían de servirlas. De mujeres y hombres afligidos por el abuso
de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.
Señalaba a todas luces, la necesidad urgente de recomponer el camino que el
Partido Revolucionario Institucional había tomado a partir de 1988, cuando
Carlos Salinas de Gortari había asumido el poder marcado con un monumental
fraude electoral, donde la celebre caída del sistema fue el aspecto indicativo
de la descomposición de la política mexicana, convirtiéndose en un espectáculo
grotesco donde surgieron de la chistera cinematográfica emociones, violencia,
misterio, mujeres interesantes, hombres misteriosos y sorpresas, todo unido en
una cerrada trama que capturaba la atención de los espectadores y donde el
personaje principal era la parca.
Fue el 6
de marzo de 1994, que un mexicano excepcional tuvo la visión de dar soluciones
y no propuestas sin sentido en campañas políticas de “telenovela” como las que
hoy se vislumbran en este 2015.
Luis Donaldo
Colosio Murrieta tuvo los tamaños para expresar con toda claridad el 6 de marzo
de 1994 su visión de aquel México que reclamaba de sus autoridades toda la
atención debida para salir de esa pasividad política, económica y social, y si comparamos
aquellos momentos con el que actualmente existe, nos indica que tenía razón.
En aquel
discurso del 6 de marzo de 1994, Colosio tuvo la sensibilidad y la visión de lo
que le pasaría al país en caso de no hacer nada por cambiar el orden de las
cosas.
Colosio
siempre se refirió a un Cambio de Rumbo con responsabilidad, jamás señalo la
edificación de un Nuevo PRI, jamás se refirió a que el camino a seguir era
poner en venta a la Nación, jamás expuso que las riquezas de nuestro pueblo
fueran a parar a manos extranjeras.
Colosio en
su discurso del 6 de Marzo, lo dijo de manera clara y contundente, “Aquí está
el PRI que reconoce que la modernización
económica sólo cobra verdadero sentido, cuando se traduce en mayor bienestar para las familias mexicanas
y que para que sea perdurable debe acompañarse con el fortalecimiento de nuestra democracia. Esta es la exigencia que
enfrentamos y a ella responderemos con firmeza”.
“El PRI
reconoce su responsabilidad y ésta es de la mayor importancia para el avance
político de México. Los priístas sabemos que ser herederos de la Revolución Mexicana es un gran orgullo, pero ello
no garantiza nuestra legitimidad política. La legitimidad debemos ganarla día
con día, con nuestras propuestas, con nuestras acciones, con nuestros argumentos”.
Luis
Donaldo, preciso lo siguiente: “Surgimos de una Revolución que hoy sigue
ofreciendo caminos para las reivindicaciones
populares. A sus principios de
democracia, de libertad y de justicia es a los que nos debemos.
Los
ideales de la Revolución Mexicana inspiran las tareas de hoy. La Revolución
Mexicana, humanista y social, nos exige y nos reclama. La Revolución Mexicana es todavía hoy nuestro mejor horizonte”.
Y remarcó
lo siguiente: “Quedó atrás la etapa en que la lucha política se daba,
esencialmente, hacia el interior de nuestra organización y no con otros
partidos. Ya pasaron esos tiempos.
Hoy
vivimos en la competencia y a la competencia tenemos que acudir; para hacerlo
se dejan atrás viejas prácticas: las de un PRI que sólo dialogaba consigo mismo
y con el gobierno, las de un partido que no tenía que realizar grandes
esfuerzos para ganar.
Como un
partido en competencia, el PRI hoy no tiene triunfos asegurados, tiene que
luchar por ellos y tiene que asumir que en la democracia sólo la victoria nos
dará la estatura a nuestra presencia política”.
Colosio
sabía muy bien, que la verdadera lucha por la preferencia electoral ya no era
al interior de su propio partido, ahora la competencia se encontraba en el
escenario nacional, donde un Partido de la Revolución Democrática, brillaba con
intensidad y se convertía en un gran contrincante, la voluntad de la sociedad,
estaba ansiosa por un nuevo Rumbo Político, derivado de la insensibilidad y la
falta de visión social del PRI en esos ayeres, encabezado por Carlos Salinas de
Gortari.
Luis
Donaldo, sabía muy bien que el PRI se debilitaba día a día ante la intervención
del Gobierno Federal, era un lastre en su desarrollo y modernización y por ello
menciona en su discurso lo siguiente: “Cuando el gobierno ha pretendido
concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI. Por eso hoy, ante la
contienda política, ante la contienda electoral, el PRI, del gobierno, sólo
demanda imparcialidad y firmeza en la aplicación de la ley. ¡No queremos ni
concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley!
No
pretendamos sustituir las responsabilidades del gobierno, pero tampoco
pretendamos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros, como
partido, nos corresponde desempeñar.
Hoy
estamos ante una auténtica competencia. El gobierno no nos dará el triunfo: el
triunfo vendrá de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo, de nuestra dedicación”.
Colosio
sabía a ciencia cierta que el Gobierno era el principal promotor del juego
sucio y que las victorias del PRI se lograban no por su verdadero arrastre
popular, sino por condiciones de competencia desleales, que al final de cuentas
afectaban la fortaleza de un partido que se había convertido dependiente del
Estado.
Colosio en
su discurso expresaba con vehemencia, “¡Cambiemos, sí! ¡Cambiemos! ¡Pero
hagámoslo con responsabilidad, consolidando
los avances reales que se han alcanzado, y por supuesto, manteniendo lo
propio: nuestros valores y nuestra cultura!
¡México no quiere aventuras políticas!. ¡México no quiere
saltos al vacío!. ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en
el poder y probaron ser ineficaces!. ¡México quiere democracia pero rechaza su
perversión: la demagogia!”
Colosio,
sabía que el PRI bajo las condiciones actuales en que se desenvolvía, nada
podría ofrecer al país, y en este sentido mencionó, “Debemos admitir que hoy
necesitamos transformar la política para cumplirle a los mexicanos.
Proponemos
la reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano y el
Estado. Hoy, ante el priísmo de México, ante los mexicanos, expreso mi
compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier
vestigio de autoritarismo.
Sabemos
que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva
concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones
equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar
el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites
constitucionales de su origen republicano y democrático.
Reformar
el poder significa fortalecer y respetar las atribuciones del Congreso Federal.
Reformar
el poder significa hacer del sistema de impartición de justicia, una instancia
independiente de la máxima respetabilidad y certidumbre entre las instituciones
de la República.
Reformar
el poder significa llevar el gobierno a las comunidades, a través de un nuevo
federalismo. Significa también nuevos métodos de administración para que cada
ciudadano obtenga respuestas eficientes y oportunas cuando requiere servicios,
cuando plantea sus problemas, o cuando sueña con horizontes más cercanos a las
manos de sus hijos.
Estos son
mis compromisos con la reforma del poder. Es así como yo pienso que cada
ciudadano tendrá más libertades, más garantías, para que sus intereses sean
respetados; para gozar de seguridad y de una aplicación imparcial de la ley.”
En la actualidad, las reformas propuestas por Luis Donaldo no
se han cumplido.
Y ante la gran responsabilidad que le tocaba asumir en esos
momentos a Colosio, expreso con claridad, “Como candidato
del PRI a la Presidencia de México reafirmo mi compromiso indeclinable con la
transformación democrática de México.
Que se
entienda bien: ese día sólo podrá haber un solo vencedor. Sólo es admisible el
triunfo claro, inobjetable, del pueblo de México.
Y para que
el pueblo de México triunfe el 21 de agosto, los partidos políticos - todos -
tendremos que sujetarnos a la ley y sólo a ella, sin ventajas para nadie, sin
prepotencias, sin abusos y sin arbitrariedades.
Por ello,
congruente con mi exigencia de una elección democrática, aspiro a que el
Congreso de la Unión decida las reformas electorales que procedan, siempre a
partir de los consensos que los partidos hemos venido construyendo en el marco
del Acuerdo por la Paz, la Justicia y la Democracia, firmado el 27 de enero.
Aspiro a
que juntos ampliemos la autonomía y afiancemos la imparcialidad de nuestros
organismos electorales, a fin de que la voluntad popular y sólo ella, determine
los resultados de los comicios.
Confiabilidad,
certeza, regularidad y limpieza electorales no pueden seguir siendo sólo aspiraciones, tienen que ser
realidades que se impongan en las conciencias de los ciudadanos. De ahí nuestro
compromiso con la participación de observadores en el proceso electoral.
La
elección es de la sociedad y por tanto no puede ser un asunto cerrado. Su
transparencia exige de la participación de observadores y no excluye que de
ella pueda darse el más amplio testimonio, tanto por parte de nuestros
ciudadanos como de visitantes internacionales. De ninguna manera tenemos por
qué mirar con temor a quienes desean conocer la naturaleza de nuestros procesos
democráticos.
Nuestras
elecciones - y lo digo con pleno convencimiento - no tendrán vergüenzas qué
ocultar.
Y los acontecimientos recientes de la compra de voto que
avala al PRI en el poder, nos indica que el Nuevo PRI, aquel que nació en 1988, sigue generando las condiciones inequitativas que Luis Donaldo
pretendía erradicar.
Pero que fue lo que realmente dio lugar a que Luis Donaldo
Colosio Murrieta asumiera una posición contraria al PRI en el poder, fue algo
simple, el conocer con sus propios ojos, la realidad de su México y menciono en
su discurso lo siguiente:
“En estos
meses de intensos recorridos por todo el país, de visita a muchas comunidades,
de contacto y diálogo con mi Partido y con la ciudadanía entera, me he encontrado
con el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas
demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya no
puede esperar.
Ese es el
México que nos convoca hoy; ese es el México que convoca a mi conciencia; ese
es el México al que habremos de darle seguridad, al que habremos de darle rumbo
en la nueva etapa del cambio.
Yo veo un México de comunidades
indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad
y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su
cohesión, de su cultura y de que están dispuestas a creer, a participar, a
construir nuevos horizontes.
Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las
respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado, pero también
he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se
establecen y se arraigan los incentivos adecuados.
Veo un
cambio en el campo; un campo con una gran vocación productiva; un campo que
está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva etapa de progreso para
nuestro país.
Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los
empleos ni los salarios que demandan; pero también veo un México de
trabajadores que se han sumado decididamente al esfuerzo productivo, y a los
que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con
capacitación y con mejores salarios.
Yo veo un México de jóvenes que
enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no
siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación.
Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción;
pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan
con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera
decisiva en el progreso de la Nación.
Yo veo un México de mujeres que aún no
cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran
capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política
y social. Mujeres en suma que reclaman una participación más plena, más justa,
en el México de nuestros días.
Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el
burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las
autoridades. Son gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo, dispuesta a
arriesgar, que quieren oportunidades y que demandan una economía que les
ofrezca condiciones más favorables.
Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus
aptitudes y sus destrezas.
Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de
investigadores, que piden reconocimiento a su vida
profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más
favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan
las oportunidades para aportar su mejor esfuerzo.
Todos
ellos son las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción
del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.
Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones
que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres
afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas
gubernamentales.
Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan.
Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos
que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar
el progreso.
Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las
respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas
que enfrentamos los podemos superar.
Yo me
propongo encabezar un gobierno para responderle a todos los mexicanos. El
cambio con rumbo y con responsabilidad no puede esperar.
Manifiesto
mi más profundo compromiso con Chiapas. Por eso debemos escuchar todas las
voces, no debemos admitir que nadie monopolice el sentimiento de los
chiapanecos.
Expreso mi
solidaridad a todos aquellos chiapanecos que aun no han dicho su verdad, a
todos aquellos que tienen una voz que transmitir y a todos aquellos que tienen
una palabra que expresar.
Debemos de
asumir y debemos de decidir. Debemos de decidir si nos asumimos plenamente como
una sociedad plural o si concesionamos sólo a algunos la interlocución de
nuestros intereses.
Chiapas es
un llamado a la conciencia de todos los mexicanos. Pero nuestra propuesta de
cambio, no se limita a responderle solamente a Chiapas. Le queremos responder a
todos los mexicanos, a los de todos los pueblos, a los de todos los barrios, a
los de todas las comunidades.
Queremos
cumplirle a los chiapanecos, pero también a los mexicanos de la Huasteca, a los
de La Laguna, a los de la Montaña de Guerrero, a los de la Sierra Norte de
Puebla, a los de Tepito o a los de las barrancas de Alvaro Obregón, aquí en el
Distrito Federal; a los del puerto de Anapra, en Ciudad Juárez, Chihuahua; a
los de la Colonia Insurgentes, en Guadalajara, Jalisco; o a los de San Bernabé,
en Monterrey, Nuevo León.
Mi compromiso es con todos los mexicanos; mi compromiso es
luchar contra la desigualdad y evitar crear nuevos privilegios de grupo o de
región.
Los
mexicanos ante el conflicto hemos ratificado nuestra unidad esencial bajo una
bandera y nuestro ánimo de concordia.
Nuestras
instituciones probaron su legitimidad y su eficacia. De la solución del
conflicto, han salido fortalecidas.
Desde aquí
manifiesto mi reconocimiento al Ejército Mexicano por su patriotismo, lealtad y
entrega en la defensa del interés y la unidad nacionales.
Frente a Chiapas los priístas debemos de reflexionar. Como
partido de la estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no
fuimos sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades; que no
estuvimos al lado de ellas en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura
del compromiso que ellas esperaban de nosotros.
Tenemos
que asumir esta autocrítica y tenemos que romper con las prácticas que nos
hicieron una organización rígida. Tenemos que superar las actitudes que
debilitan nuestra capacidad de innovación y de cambio.
Recuperemos
nuestra iniciativa, recuperemos nuestra fuerza, para representar las mejores
causas, para ofrecer los caminos de la paz, para responder ante las
injusticias.
Recuperemos
esos valores. Hagámoslo en esta campaña. Empecemos por afirmar nuestra
identidad, nuestro orgullo militante y afirmemos nuestra independencia del
Gobierno.
Es la hora
de un nuevo impulso económico; es la hora de crecer sin perder la estabilidad
financiera ni la estabilidad de precios. La economía, más allá de las metas
técnicas, tiene que estar al servicio de los mexicanos.
Por eso,
el nuevo crecimiento económico tiene que ser distribuido con mayor equidad, con
empleos crecientes, con ingresos suficientes.
Que no nos
quepa la menor duda: México cerrará este siglo con una economía mucho más
fuerte. Existen las condiciones para hacerlo, la sociedad lo demanda.
La tarea
del crecimiento con estabilidad será de todos los mexicanos.
Es la hora
de la confianza para todos, la de traducir las buenas finanzas nacionales, en
buenas finanzas familiares.
Es la hora
de convertir la estabilidad económica en mejores ingresos para el obrero, en
mejores ingresos para el campesino, para el ganadero o para el comerciante,
para el empleado o para el oficinista, para el artesano o el profesionista,
para el intelectual y para las maestras y los maestros de México.
Es la hora
de los apoyos efectivos y del impulso al esfuerzo que realizan las mujeres y
los hombres al frente de micro, pequeñas y medianas empresas. Que se les lleve
a superar sus dificultades, que se les apoye a ampliar sus negocios con mejores
tecnologías para que sean más competitivos en los mercados.
Es la hora
del gran combate a la desigualdad, es la hora de la superación de la pobreza
extrema, es la hora de la garantía para todos de educación, de salud, de
vivienda digna. Esa es la reforma social de la que hablé en Huejutla.
Es la hora
de hacer justicia a nuestros indígenas, de superar sus rezagos y sus carencias;
de respetar su dignidad. Como lo dije en San Pablo Guelatao, Oaxaca: es la hora
de celebrar un nuevo pacto del Estado mexicano con las comunidades indígenas.
Es la hora
de nuevas oportunidades para el campo de México, como lo comprometí en
Anenecuilco, Morelos. Es la hora de enfrentar con decisión y con firmeza
la pobreza, y mejorar los niveles de vida de los campesinos.
Es la hora
de que el Artículo 27 de la Constitución se exprese en bienestar, en justicia,
en libertad para los hombres del campo. Y es la hora de acabar para siempre con
todo vestigio de latifundio; es la hora de dar certidumbre al ejido, a las
tierras comunales y a la pequeña propiedad.
Es la hora
de impulsar la reforma agraria para nuestro tiempo. Es la hora de promover más
y mejor inversión en el campo; de alentar de manera mejor y más eficaz, con
libertad, la participación de los campesinos.
Es la hora
de dar solución a los problemas de la cartera vencida en el campo, del crédito
escaso y caro.
Es la hora
de asociar los esfuerzos de los productores; es la hora de constituir más cajas
de ahorro, más uniones de crédito y de poner en marcha nuevos mecanismos de
comercialización.
Es la hora
de las regiones de México, para aprovechar mejor los recursos, para aprovechar
mejor la capacidad y el talento de cada una de las comunidades del país, de
cada ciudad de nuestro país, de cada estado de la República.
Un
desarrollo regional que abra las esperanzas de cada rincón de México, que
canalice recursos para mantener la infraestructura carretera, ferroviaria,
portuaria, hidráulica y energética.
Es la hora
de superar la soberbia del centralismo, como lo dije en Jalisco; de apoyar
decididamente al municipio. Es la hora de un nuevo Federalismo; es la hora de
dotar de mayor poder político y financiero, a nuestros estados, como lo dije en
Tabasco; es la hora de garantizar plenamente la conservación de nuestros
recursos naturales, de nuestro medio ambiente, de nuestra ecología.
Es la hora
de una educación nacionalista y de calidad; es la hora de una educación para la
competencia; es la hora de nuestras escuelas, de nuestros tecnológicos; es la
hora de la universidad pública en México; es la hora de la gran infraestructura
para la capacitación de todos los mexicanos que quieran progresar.
La
educación es nuestra más grande batalla para el futuro. A ella destinaremos
mayores recursos.
Es la hora
de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la
República; es la hora del poder del ciudadano. Es la hora de la democracia en
México; es la hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran
instrumento para combatir el cacicazgo, para combatir los templos de poder y el
abandono de nuestras comunidades.
¡Es la
hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad!
Es la hora
de la Nación. Es la hora de ser fuertes todos haciendo fuerte a México. Es la
hora de reafirmar valores que nos unen. Es la hora del cambio con rumbo seguro
para garantizar paz y tranquilidad a nuestros hijos.
La única
continuidad que propongo es la del cambio; la del cambio que conserve lo
valioso. Queremos un cambio con responsabilidad en el que no se olvide ningún
ámbito de la vida nacional; queremos un cambio democrático para una mejor
economía, para un mayor desarrollo social. Y hoy existen las condiciones para
lograrlo; la sociedad lo demanda.
Hoy queda
claro que los cambios no pueden ser ni marginales ni aislados. La vía del
cambio corre en igual sentido y en igual intensidad y urgencia por el campo de
la política, por el campo de la economía y del bienestar social.
Con
firmeza, convicción y plena confianza, declaro: ¡Quiero ser Presidente de
México para encabezar esta nueva etapa de cambio en México!
Amigas y
amigos; amigas y amigos:
Asumo el
compromiso de una conducción política para la confianza; una conducción
política responsable, para llevar a cabo los cambios que requerimos, para
cerrarle el paso a toda intención desestabilizadora, de provocación, de crisis,
de enfrentamiento.
Haremos de
nuestra capacidad de cambio el mejor argumento para convocar a la confianza de
los mexicanos, para garantizar la paz, para fortalecer nuestra unidad.
Somos una
gran Nación porque nos hemos mantenido básicamente unidos, pero con respeto a
la pluralidad.
Queremos
un México unido, queremos un México fuerte, queremos un México
soberano. Un México de libertades, un México con paz, porque son amplios
los cauces de la democracia y de la justicia.
Hay sitio
para todos en el México por el que luchamos afanosamente.
Soy un
mexicano de raíces populares. Soy un mexicano que ha recorrido en muchas
ocasiones nuestro país, que no cesa de maravillarse ante la gran variedad y
riqueza humana de nuestra patria y que no cesa tampoco de advertir carencias y
dolores.
Me
apasiona convivir, compartir, escuchar y comprender al pueblo al que
pertenezco. Aprendo diariamente de sus actitudes francas, de sus actitudes
sencillas.
Reitero
que provengo de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Como mis padres,
como mis abuelos, soy un hombre de trabajo que confía más en los hechos que en
las palabras. Pero por eso mismo, soy un hombre de palabra, un hombre de
palabra que la empeño ahora mismo para comprometerme al cambio que he
propuesto: un cambio con rumbo y con responsabilidad.
El gran
reclamo de México es la democracia. El país quiere ejercerla a cabalidad. México
exige, nosotros responderemos.
Como
Candidato a la Presidencia de la República, estoy listo también.
Demos
nuestro mayor esfuerzo en ésta elección.
Vamos a
echarle ganas.
No hay que
bajar la guardia.
Vamos por la victoria.
Ganémosla con México y ganémosla para México.
¡ Que viva el PRI !
¡ Que viva México !
Hace 21
años atrás, alguien ya nos había dicho lo que sucedería si no cambiamos
nuestras políticas y formas de gobernar, condenándonos a los problemas sociales
por las que pasa el país.
Hace 21 años, alguien nos había mencionado con
claridad que ya era hora de justicia, democracia, libertad.
Hace 21 años, Luis Donaldo Colosio Murrieta,
fue victima de un asesinato y México, lloró, México, sintió que un hombre
sensible y comprometido con la gente dejaba de existir a consecuencia de un
complot o de un asesino solitario.
Hace 21 años, que México no logra solventar
todos esos pendientes que un día Luis Donaldo Colosio Murrieta expreso con
plenitud en la Plaza de la República el 6 de marzo de 1994.
Y desde hace 21 años, México, sigue
desmoronándose, sigue perdiendo sus riquezas naturales, sigue la pobreza en el
campo, sigue la falta de empleo y salarios justos, siguen los agravios, pero nace la esperanza de que los verdaderos hombres y mujeres que un día fueron Revolucionarios, retomen las riendas y el camino de bienestar social.