Luis Donaldo Colosio, más vigente que nunca.
La
realidad política ha llegado al Nuevo PRI, el cual emprendió sus primeros pasos
a finales de los 80´s, cuando Carlos Salinas de Gortari, el flamante Secretario
de Programación y Presupuesto, disponía de las simpatías y el respaldo de las
altas esferas empresariales y de organismos internacionales, que buscaban
afanosamente crear un México a modo para poder derribar esa economía cerrada
que mantuvo los intereses extranjeros y empresariales fuera de los bienes
nacionales de la nación.
No
podemos olvidar, que México a partir de 1970 paso por una serie de dificultades
económicas, derivadas por la baja de los precios del petróleo, principal
recurso natural que permitía a la Nación mantener una estabilidad y crecimiento
económico a pesar de los desencuentros de la clase empresarial y el Gobierno,
desencuentros que subieron de tono por parte de los empresarios quienes han
pretendido obtener privilegios para poder explotar las riquezas del país,
olvidando a la población y generando pobreza, una clase empresarial sin visión
social, sin identidad y pertenencia.
El PRI
en aquellos momentos, vivía uno de sus peores momentos de inestabilidad
política derivado a los malos resultados en materia económica, las presiones
financieras y monetarias; así como la imposición de organismos internacionales
que buscaban romper el modelo económico que en esos momentos prevalecía en el
país.
Carlos
Salinas de Gortari, lograba acceder a la Presidencia de la República con el
fantasma del fraude electoral, la sociedad mexicana se había volcado a las
calles exigiendo democracia y el respeto a la decisión de la población, pero la
clase política dominada por el Priismo y en contubernio con Acción Nacional,
este último logra obtener Baja California a través de una política de
Concentración que permite el arribo de Ernesto Ruffo a la Gubernatura de Baja
California y a raíz de ello los acuerdos para dar inicio a los Tratados de
Libre Comercio con los Estados Unidos y Canada, manejándolos como la panacea
del éxito.
Sin
embargo, el PRI de la Revolucionario Institucional se encontraba en la deriva,
los tecnócratas asumían posiciones en la vida ejecutiva y política del país y
con ello iniciaba un proceso de descomposición al interior del PRI que fue
alertado por Luis Donaldo Colosio en la Decimo Cuarta Asamblea Nacional del
Comité Ejecutivo Nacional, donde se llamaba al priismo a Reformarse,
Transformarse y no perder su esencial Revolucionaria ni Institucional.
Sin
embargo, a 24 años del Discurso de Luis Donaldo Colosio en el Consejo Nacional,
la realidad alcanza al PRI, quien en estos momentos padece una crisis de
identidad y pertenencia, al igual que el PRD y Acción Nacional, lo que puede
desembocar en desquebrajarse de manera significativa y definitiva.
Y
ponemos para su reflexión lo que Luis Donaldo expreso en su discurso aquel 25
de Noviembre de 1989.
Discurso de Luis Donaldo Colosio. Ante el Consejo
Nacional del PRI: retos, criterios y líneas estratégicas de la reforma del
partido.
Decimo Cuarta Asamblea Nacional
Presidente del CEN del PRI
México, D.F., 25 de noviembre de 1989.
Auditorio Plutarco Elías Calles
"En
nuestra decisión de cambio hay y habrá rupturas con los mitos y las fórmulas
que bloquean las transformaciones, con los liderazgos sin representatividad e
iniciativa, con las prácticas antidemocráticas, con las decisiones cupulares,
con las formas abyectas de ascenso político, la simulación ideológica y la
componenda mercantil que tuerce la voluntad".
México protagonizó una de las más grandes revoluciones
de nuestro siglo: lucha de raíces liberales contra el despotismo, movilización
de enormes masas campesinas por la tierra y la defensa de sus comunidades,
batalla común por la libertad y la justicia.
Su sentido social y progresista habría de quedar
plasmado en la Constitución Política de 1917, que recogió los ideales de
democracia, justicia, libertad y soberanía.
El PNR es el primer partido en el sentido
contemporáneo del término que aparece en la historia política del país. Su
estructura, federación nacional de partidos locales y regionales y de
corrientes de opinión política revolucionaria, respondió al momento político y
social de México.
Hasta 1929, parecía que México se perdía en
los caminos de conflictos interminables; los residuos de la violencia
revolucionaria y la permanencia de feudos de poder eran barreras infranqueables
para realizar los principios de justicia, libertad y desarrollo social.
Para lograr la unidad, paz y civilidad del
país surgió el Partido Nacional Revolucionario. Su rasgo y logro más importante
fue la forja de las instituciones republicanas. La regulación de los conflictos
conforme al derecho y la creación de espacios de acuerdo y compromiso, que
hicieran del partido el instrumento de la política revolucionaria y de la unidad
nacional.
El acuerdo institucional de las fuerzas
políticas creó las condiciones históricas para elevar las condiciones de vida
de una sociedad con profundos desequilibrios, acosada por intereses externos y
rezagada en lo material.
La entrega de tierras a los campesinos, el respaldo a los
derechos de los trabajadores, las nacionalizaciones, la defensa de la soberanía
y de los recursos estratégicos, fueron los resultados del nuevo pacto social.
Con el fin de acelerar, ahondar y canalizar
las reformas de la Revolución, el PNR se transformó en el Partido de la
Revolución Mexicana. Las organizaciones civiles y políticas de la sociedad se
encuadraron en el partido, y el partido fue respaldo activo de la acción
popular del Estado.
Las reformas sociales colocaron al país en el
umbral de la industrialización. Ante el nuevo reto, las fuerzas del partido
tuvieron la visión de consolidar las instituciones, transformándolo. El Partido
Revolucionario Institucional nació para asentar las bases de la democracia mexicana
y articular el consenso nacional en torno a la gran tarea del desarrollo.
Hoy los priístas iniciamos la gran jornada
hacia la Décimo Cuarta Asamblea Nacional.
Llegaremos a ella después de una movilización
nacional que recogerá las razones y las propuestas en los sindicatos, en las
fábricas, en los ejidos, en las escuelas, en las comunidades, en los talleres,
en los centros de trabajo de nuestros sectores, comités estatales y
municipales, y de los seccionales surgirán las voces que definirán la transformación
del partido.
Llegamos aquí, luego de un año de intensa
vida partidaria; hemos enfrentado con una nueva voluntad los procesos
electorales, la reestructuración democrática, la Reforma Electoral y hemos
refrendado nuestra condición de partido político mayoritario de la nación.
Los protagonistas de este esfuerzo han sido
los legisladores, los asambleístas, los dirigentes regionales, los dirigentes
sindicales, los líderes campesinos y populares, nuestros militantes y votantes:
Lo conseguido es obra de todos:
Hoy somos un partido combativo, más abierto,
más incorporado a las circunstancias políticas, más cohesionado, más
involucrado socialmente. Más consciente de su responsabilidad política
nacional.
Iniciamos este Consejo con el aval de tres
reuniones nacionales previas con los sectores y después de cinco reuniones
regionales, constatamos que existe conciencia colectiva en favor de la reforma.
Esta conciencia está animada por el mismo
espíritu que presidió las grandes transformaciones históricas de nuestra Organización.
Como en 1929, 1938 y 1946, la motivación de
fondo hoy es la fidelidad al significado político, social y moral de la
Revolución Mexicana. La reivindicación permanente de los valores populares y
nacionales de la revolución.
Nuestro partido heredó la naturaleza
transformadora de la Revolución, su vocación por la justicia y su pasión por la
libertad.
El PRI está indisolublemente asociado a la
Revolución Mexicana, porta sus insignias democráticas y cumple su proyecto
social. Todo podrá cambiar menos nuestra identidad con la Revolución Mexicana.
Para el priísmo los principios
revolucionarios están vivos, en los principios ha radicado nuestra fuerza,
unidad nacional, justicia y legalidad democrática, independencia y soberanía;
aquellos nos permiten enfrentar los desafíos con la seguridad de que somos un
partido con arraigo en la sociedad, con respaldo de nuestros compatriotas.
En nuestra decisión de cambio hay y habrá
rupturas con los mitos y las fórmulas que bloquean las transformaciones, con
los liderazgos sin representatividad e iniciativa, con las prácticas
antidemocráticas, con las decisiones cupulares, con las formas abyectas de
ascenso político, la simulación ideológica y la componenda mercantil que tuerce
la voluntad.
Pero también hay y habrá continuidades con el
pasado, continuidades de lealtad, unidad y cohesión en nuestras filas, con el
espíritu combativo y la vocación progresista de las anteriores generaciones,
con el compromiso popular irrestricto de democracia, justicia y libertad: éste
es nuestro patrimonio para el cambio.
Cuántas veces hemos cambiado. Los cambios han dejado un
saldo positivo para el país y para el partido, hoy estamos en el umbral de una
nueva etapa. El país vive nuevas situaciones y encara nuevos retos.
Una vez más el PRI con la misma capacidad y
voluntad de transformación, deberá renovarse para estar a la altura de las
nuevas condiciones históricas con todas sus fuerzas, con sus sectores, con sus
militantes de todo el país.
Ustedes serán los protagonistas de la nueva
etapa del partido de la Revolución Mexicana.
El país ha vivido grandes transformaciones en
las últimas décadas. México dejó de ser un país predominantemente agrícola y
extractivo para entrar en un proceso de acelerada industrialización y un
desarrollo de los servicios, actividades que ocupan ya un lugar central en la
economía.
El capital y el trabajo han mejorado su
capacidad productiva y se revelan como factores de modernización social.
La economía orientada a la situación de
importaciones y hacia el mercado interno, cerrada y con una presencia estatal,
enfrentó la crisis que hizo indispensable la apertura al exterior, trajo una
reorganización de las actividades productivas y obligó a redefinir la
intervención estatal; la crisis no sólo modificó las relaciones económicas sino
alteró las relaciones sociales y políticas.
El entorno mundial del país también se ha
transformado.
La globalización de la economía, la creciente
interdependencia, la formación de bloques, la rápida distensión, los
movimientos en el mundo socialista, los vientos de democracia en América
Latina, han configurado una situación inédita a la que México responde con su
propio proceso de transformación.
Rápidas y profundas han sido también las
modificaciones en la magnitud, composición y distribución de la población
mexicana.
Hoy, el 70 por ciento de la población es
menor de 30 años; somos también, un país más escolarizado, más informado y
comunicado con mayor acceso a servicios de salud y con mayores expectativas de
vida, y a pesar del fuerte crecimiento demográfico y de las desigualdades
sociales, que aún persisten, hemos alcanzado niveles más altos de bienestar que
en el pasado.
El desplazamiento hacia una sociedad urbana,
la mayor especialización técnica del trabajo, la creciente participación de las
mujeres en las actividades económicas, las necesidades de una población activa
mayoritariamente joven, la expansión y diversificación de las clases medias, la
emergencia de regiones con una dinámica propia, han dado origen a una sociedad
de intereses más diferenciados y, con frecuencia, contrapuestos, hoy México es
una sociedad plural, compleja y diferenciada.
Una nueva cultura política se desprende de
estos hechos fundamentales. La revolución urbana, a pesar de sus deformaciones;
la revolución escolar, a pesar de sus carencias; la revolución económica, a
pesar de sus crisis, han generado ciudadanos más críticos, más exigentes, más
autónomos y más participativos; pero aún existen consensos inducidos,
disidencias no expresadas y grandes espacios sociales en que predominan la
indiferencia.
Los cambios han hecho variar los escenarios
para la participación de los mexicanos: surgió un nuevo sindicalismo, con
nuevas fuerzas y nuevas exigencias.
En el campo, han aparecido formas de
organización y acción distintas, han irrumpido los movimientos sociales con
demandas concretas: los intelectuales, universitarios, periodistas de opinión,
han encabezado y argumentado la validez de numerosas reivindicaciones de grupos
sociales.
A estos cambios sociales y políticos hay que
sumar la configuración de un sistema de partidos con opciones cada día más
diferenciadas, crecientemente competitivas. Inmersos en el duro aprendizaje del
manejo de la pluralidad y la negociación.
El reclamo democrático, la creciente
independencia de la opinión pública, la demanda de la participación en la
definición y tratamiento de los problemas sociales, la irrupción de la sociedad
civil y la idea ciudadana, la exigencia de honestidad en la administración
pública, la democratización interna de las organizaciones sindicales y
empresariales, la reivindicación de las autonomías locales y regionales han
sido los formidables signos de la transformación política de la sociedad.
Las profundas y extensas transformaciones de
la sociedad mexicana no podían dejar inalterada la política, las relaciones
entre la sociedad y el Estado.
En las últimas décadas han aparecido
irresistiblemente nuevas formas de organización civil y política, formas
alternativas de representación y conciliación de intereses. Nuevas formas de
presentar, argumentar y desahogar conflictos.
En sincronía con la sociedad, el Estado
procede a evaluar sus patrones tradicionales de conducción política y
administrativa. Las relaciones entre sus poderes y niveles de gobierno, sus
relaciones con la densidad organizativa de la sociedad, planeación nacional,
modernización del sector público, reforma democrática electoral, son la
avanzada promisoria de una serie de modificaciones en el trato del Estado con
la sociedad.
Un Estado soberano, que gobierne y legisle imparcialmente
para todos los mexicanos: un Estado que exprese y realice todas las
potencialidades del pueblo de México.
Un Estado no inhibido ni atemorizado por
fuerza alguna. Un Estado capaz de incorporar con éxito al país en las
transformaciones mundiales de nuestro tiempo.
Un Estado democrático que mantenga el Estado de derecho y
asegure un gobierno de leyes firme y vigilante. Un Estado fundado en la
voluntad popular, no autoritario, que, lejos de toda concepción
patrimonialista, ejercite el poder como responsabilidad pública: en suma, un
Estado de la libertad y de la democracia.
El PRI quiere también, un Estado justo que promueve la
solidaridad: un gobierno desatento a la cuestión social no será nunca un
gobierno del PRI
Las tareas de justicia social han de estar
orientadas por el principio de solidaridad, este principio exige un compromiso
del conjunto de la sociedad con los que menos tienen.
Un Estado redistributivo sin paternalismo
autoritario y que impulse la participación de beneficiarios y su corresponsabilidad
en la reforma; el Estado no ha de abandonar sus responsabilidades
constitucionales estratégicas, sin por ello inhibir la autonomía y las
iniciativas de individuos y de grupos.
Finalmente, queremos un Estado de calidad. Un
Estado que integre armónicamente democracia, solidaridad y eficiencia en la
gestión pública, que guarde una actitud crítica permanente en el ejercicio del
poder, que sepa tomar decisiones y jerarquizar demandas; que concilie los
intereses particulares con el interés general, ésa es la reforma del Estado que
quiere el PRI: quiere un Estado para la nación, no una nación para el Estado.
Llegó también para el Partido Revolucionario
Institucional el momento de su reforma. Es el tiempo y así lo han decidido los
priístas.
No será una reforma burocrática ni de cúpula.
Será una reforma democrática y nacional. Será democrática por la participación
de todos los priístas: por la crítica y discusión abiertas y en toda libertad;
por las propuestas audaces e imaginativas; por la pasión que en ella pone
nuestra militancia; será una reforma nacional porque la llevará a cabo todo el
partido en todo el país y porque lo haremos de cara a la nación.
Nuestra permanencia en el poder conlleva el
riesgo de olvidar a la sociedad; en ocasiones, no estimulamos sus iniciativas.
En los últimos años, en tiempos de crisis que exigieron grandes sacrificios a
la mayoría de los mexicanos, no estuvimos a la altura de sus exigencias.
Ahora volveremos a la sociedad, no
pretendemos suplantarla, no aspiramos a ser único portavoz, pero sí su mejor
representante, seremos el partido de la sociedad, para eso nos reformaremos.
Queremos constituir una nueva mediación
política.
-
Para ser el partido de la sociedad hemos de
encontrar solución a cuatro grandes retos.
Primero, el de la
posición política del partido. Ante las nuevas condiciones, se ha vuelto
indefinida e insegura nuestra posición en las relaciones con los gobiernos,
administración, los partidos y la ciudadanía.
Como partido en el poder nos convertimos, por
momentos, en voz del Gobierno; ahora la sociedad quiere conocer la posición del
partido frente a sus problemas. Por eso, desde hoy, nuestro reto es convertir
la voz de la sociedad en acciones de Gobierno, para ello es decisivo tener voz
propia.
El segundo
reto es el de la representación política. Se ha debilitado nuestra capacidad
para representar con eficacia y nitidez los intereses de los trabajadores y
campesinos, de los integrantes de los sectores populares y de las clases
medias; de los jóvenes y de las mujeres, e incorporar sus intereses en el
interés general de la nación.
El tercer
reto es superar la inercia de nuestra Organización, nuestra militancia y
nuestra acción política. Las necesidades mínimas que nos imponía nuestro carácter
de partido en el poder y la baja competencia política nos aletargaron.
Apenas ahora comenzamos a recuperar nuestra
capacidad de movilización, al hacerlo aumentan nuestros problemas de
organización para integrar en las actividades partidistas a nuestra militancia,
para superar el centralismo y la burocratización para la selección democrática
y postulación de candidatos, para cubrir nuestras necesidades de
financiamiento, para formar nuevos cuadros.
El Cuarto
reto es fortalecer la imagen del partido que se ha deteriorado con el tiempo.
Reconozcamos los errores y debilidades del propio partido y la obsolescencia de
nuestros patrones de comunicación política. No habrán de pesar más en nuestra
contra actitudes de imposición, arrogancia, manipulación y corrupción
partidista.
El Primero, el criterio de la modernización:
el partido se reforma para impulsar la modernización nacionalista y popular de
México.
Nuestro programa para la modernización de
México consiguió el voto ciudadano mayoritario y está siendo aplicado por el
Gobierno de la República.
El programa requiere un esfuerzo permanente
de la sociedad y del Gobierno en todos sus niveles, ésta es una razón
suficiente para que el partido proceda a su propia modernización y busque por
ese medio mantenerse en el poder.
La reforma exige la modernización
organizativa de los sectores, la estructura territorial y la militancia
ciudadana. Una forma superior de articulación entre los órganos deliberativos,
consultivos y de operación del partido. Una más clara precisión en las
funciones y responsabilidades de los diversos niveles deberá ser capaz de
llevar a la representación nacional las aspiraciones regionales.
Exige la modernización de nuestra lucha
ideológica, actualización de conocimientos, formación sólida de cuadros,
diálogo y razones entre las corrientes internas, lealtad a los principios,
sensibilidad ante los procesos sociales y políticos de nuestro tiempo:
capacidad de autocrítica.
Exige modernización la política como acción
razonadora y constructiva; como oferta que tiende puentes para el acuerdo, como
ejercicio de la libertad, como diálogo permanente a partir de las diferencias,
como ejercicio responsable del poder público.
Esto es la política moderna para el militante
priísta: ejercicio de responsabilidad, iniciativa de la razón, compromiso
ético, ciudadanía cabal, así seremos el partido de la modernidad en México.
El segundo criterio que ha de orientar la
Reforma del Partido es el de la democracia: el Partido deberá ser en las nuevas
condiciones políticas nacionales, la organización que garantice el Gobierno
democrático de México.
El partido asume la responsabilidad de
defender el estado de derecho. Ha sido y seguirá siendo el partido de la
legalidad. Dentro de la ley mantendrá la continuidad de las instituciones y
velará por la renovación democrática del Gobierno.
La democracia implica pasar de la política
como negación de adversarios a la política como acuerdo y respeto a las
diferencias. La violencia y la intolerancia revelan la existencia de grupos
sociales desarticulados y manipulables, el abuso de minorías agresivas que
intimidan a la ciudadanía.
Nos proponemos impulsar una nueva cultura
política democrática que, por vía del debate, el diálogo, la tolerancia y la
explicación, profundice y explore soluciones negociadas.
El tercer criterio es el de la solidaridad:
el partido se reforma para encontrar nuevas vías de satisfacción al programa de
reivindicaciones sociales de la Revolución.
Sus propósitos y compromisos se fundan en la
lucha por una mayor justicia. Hoy el reto de los pobres y desiguales es nuestro
reto. Nos reformamos para responder a él.
Hemos de lograr una sociedad más solidaria.
El problema de la pobreza requiere de soluciones urgentes que el gobierno de la
República ya enfrenta. Estas soluciones debemos proponerlas y llevarlas a la
realidad, en ellas se deben vincular los apoyos institucionales y las
iniciativas individuales y colectivas.
Al cumplir con las tareas exigidas por la
justicia y la solidaridad, el partido convierte la pluralidad de intereses de
la sociedad en beneficios para todos, principalmente, para los que menos
tienen. La justicia da sentido a la convivencia democrática. La lucha por la
justicia da sentido a la reforma del partido. Seremos el partido de la
solidaridad.
Plan de Acción para el debate nacional sobre la reforma
del partido.
Hemos señalado los retos a los que el partido
se habrá de enfrentar y también aquellos criterios que se consideran válidos
para lograr la modernización, como vía para la reforma. Nuestro método de discusión
y análisis nos conduce a proponer líneas estratégicas centrales del proceso de
reforma.
Producto del nivel de conciencia política del
priísmo, he de señalar que el punto de primer orden en la discusión de la XIV
Asamblea Nacional, será la revisión exhaustiva, reflexiva y crítica de nuestros
Documentos Básicos.
La esencia, el valor y vigencia de nuestros
principios no están a discusión, modificaremos anacronismos.
A este honorable Consejo propongo las siguientes líneas
estratégicas.
Para fortalecer nuestra condición de partido
nacional, habremos de llevar a cabo una profunda reorganización democrática
interna.
La reorganización democrática se inscribe en
el marco de los reclamos de una mayor participación de nuestros militantes, en
la definición de las políticas partidarias.
Hemos de definir la nueva organización del
partido, que nos permita erradicar burocratismos y evitar la reproducción de
estructuras inoperantes.
La militancia exige una organización moderna,
racional, eficiente en la que predominen las relaciones políticas abiertas,
donde el conocimiento y la información sean las bases de nuestra creatividad
política.
La elección democrática será la norma general
para la elección de dirigentes, candidatos y representantes del partido.
Atendiendo las condiciones políticas sociales de cada región, en la elección
privará el respeto a la carrera del partido, que significa revisión objetiva de
méritos, capacidad, lealtad y esfuerzos del militante.
No permitiremos que existan divergencias
entre el proyecto social y político del gobierno y del partido en las
cuestiones fundamentales de la democracia, justicia social y soberanía. Tenemos
un proyecto de futuro subordinado a las causas del pueblo mexicano.
El partido reivindicará su autonomía e
independencia en su quehacer político concreto.
Precisemos, bajo estos principios, nuestra
relación con el Gobierno, para recuperar sus espacios de iniciativa política
con los gobiernos locales, ayuntamientos y los relativos a la administración
pública; que quede claro, somos partido nacional, no 32 partidos locales.
Habremos de definir la posición del PRI ante
otros partidos, de nuestra discusión surgirá nuestra política de alianzas.
Los sectores del partido habrán de llevar a
cabo su propia reforma. Pilares de nuestra organización, habrán de fortalecerse
en el análisis autocrítico, y en su visión de futuro.
Habrá de surgir un movimiento campesino
moderno con capacidad e iniciativa para recuperar las mejores tradiciones
democráticas en la toma de decisiones y en la elección de todos sus dirigentes.
Para fortalecer la solidaridad como mecanismo
de democracia y justicia; y para incorporar el progreso, al bienestar, a la
seguridad social, el trabajo y a la educación. A los indígenas, jornaleros
agrícolas y los demandantes de tierra.
El movimiento campesino ha de reafirmar su
convicción social e histórica en el ejido y habrá de confirmarse la
compatibilidad de los derechos históricos del campesino con el desarrollo
social y la eficiencia productiva.
El movimiento campesino moderno vinculará a
su actividad política con la producción, transformación y comercialización. Los
excedentes de las organizaciones económicas deberán beneficiar al conjunto de
la sociedad rural.
El sector obrero habrá de continuar
desarrollando nuevas formas de relación política con los trabajadores y los
sindicatos, reforzando los mecanismos democráticos, esto permitirá un
movimiento obrero moderno capaz de preservar su condición de pilar de la
estabilidad y el progreso de México.
Sin menoscabo de sus reivindicaciones
sociales y derechos laborales, el movimiento obrero es pieza fundamental para
la modernización económica del país, al impulsar las nuevas tareas productivas,
afianzar su alianza histórica con el Estado y contribuir a la solidaridad
social.
El movimiento popular moderno de nuestro
sector habrá de resolver el tránsito de una política fundada en las
organizaciones y los gremios a una que ponga en primer lugar el trabajo con las
organizaciones territoriales, en las colonias populares y con los ciudadanos,
estableciendo a la colonia como cédula básica y al municipio como ámbito de
concertación política.
La creación de consejos municipales, donde
participen los grupos populares, podrán concebirse como la superación
cualitativa de nuestra forma de organización tradicional, que también deberán
ser renovadas.
Habremos de interpretar y participar en los
movimientos emergentes, en las expresiones políticas más diversas, para que el
partido se proponga orientar sus demandas.
Digámoslo con precisión: la reforma del
partido presupone la reforma de sus sectores, sin embargo, el partido camina
hacia su propia reforma abandonando los caducos mecanismos que suponen la
discusión sobre parcelas de poder; los espacios políticos del partido habrán de
ser ocupados por sus militantes con carrera, vocación y lealtad a sus causas.
Ellos habrán de ser los protagonistas del
cambio y la renovación democrática. En ella habrán protagonistas del cambio y
la renovación democrática. En ella habrán de tener cabida los dirigentes naturales
más capaces y honestos.
Habremos de fomentar la creación de una
estructura nacional más dinámica y representativa de las regiones y de sus
sectores, dotada de la capacidad y la flexibilidad suficientes para discutir y
aprobar líneas de acción política de interés general.
La estrategia democrática ha de adquirir toda
su concreción en el municipio. Los comités municipales del partido deberán ser
la instancia que aliente el quehacer partidario.
En una sociedad de jóvenes, el partido habrá
de lanzar una nueva política atractiva, que encuentre formas imaginativas de
organización, y audaz: que permitan la expresión libre y espontánea de los
intereses de la juventud mexicana.
La mujer deberá fortalecer su participación
en el partido y en la sociedad. Para ello, habrá de convocarse a la creación de
un amplio y moderno movimiento de las mujeres que luchan por la solidaridad.
El partido ha de recuperar la iniciativa en
la lucha por las reivindicaciones sociales y políticas.
Recuperar la iniciativa es la estrategia del
partido en su papel de vanguardia en la representación de los intereses de las
mayorías del país. Es, también, la definición y toma de posición clara y firme
ante los grandes problemas nacionales.
Nuestro partido deberá firmar una oferta
política que responda al interés de nuestros militantes y que sea convincente
para el electorado nacional.
Habremos de luchar para que se establezcan
con sentido de solidaridad, políticas sociales que vinculen mas y mejor las
masas populares con el Gobierno revolucionario de Carlos Salinas de Gortari.
Así, lo habrá de hacer la atención a los
problemas que más apremian al conjunto de la sociedad: salarios y precios,
distribución y producción, servicios básicos y captación de recursos; empleo,
educación y capacitación.
El partido frente a organismos
representativos de la sociedad como el sindicalismo y las universidades,
abandonará actitudes de aparente indiferencia. En ningún espacio social ni
político estará ausente.
Ante los movimientos sindicales que enfrentan
abiertamente las posiciones del PRI, habremos de considerar y orientar una
política más activa, decidida y de disposición a preservar y ampliar nuestros
espacios de influencia.
El PRI no dejará a la irracionalidad ni a la
intolerancia los organismos nacidos de la Revolución Mexicana.
Un partido más activo en la defensa de la
soberanía y en las relaciones internacionales.
En las nuevas condiciones internacionales, el
PRI tendrá que diseñar una política internacional en defensa de la soberanía y
la autodeterminación nacional, llevando a cabo una más activa e intensa
relación con organizaciones políticas de todo mundo.
Nuestro espacio natural para la colaboración
y la solidaridad es América Latina y el Caribe; razones históricas, políticas,
culturales y económicas nos impulsan a desarrollar más los estrechos vínculos
con los países hermanos.
En las relaciones con Estados Unidos hemos de
considerar siempre la mejor satisfacción del interés nacional, sin mitos ni
complejos, pero también sin concesiones.
En aquellos lugares donde la población de
origen mexicano es numerosa y por ende también nuestros simpatizantes, hemos de
incrementar nuestra presencia ofreciendo información permanente sobre la
actualidad política de México.
Europa es ámbito propicio para desarrollar
nuestra actividad internacional. Hemos de incrementar los intercambios con los
partidos socialdemócratas y socialistas, reafirmando relaciones y
coincidencias.
Con los partidos políticos afines de Japón y
Asia hemos de desarrollar una estrecha relación, que favorezca el intercambio
de experiencias y puntos de vista sobre causas comunes.
Una nueva comunicación para la cultura política.
Ante una sociedad más informada y consciente
de las nuevas realidades, el partido deberá elaborar formas de comunicación
política más idóneas y persuasivas.
Habremos de establecer mecanismos de
comunicación entre los propios militantes, y entre estos y los dirigentes
implementemos una comunicación específica que permita fortalecer las políticas
del partido en las regiones y comunidades del país.
El partido habrá de modificar su discurso
político. La sociedad reclama un discurso sólido y comprometido pero sobre todo
veraz; serán necesarias políticas de divulgación ideológica que permitan
afirmar el compromiso de la militancia y su capacidad para enfrentar el debate
con los adversarios.
Nuestras campañas habrán de ser cada vez más
austeras sin ostentaciones ni dispendios, campañas de diálogo con los
ciudadanos y los grupos sociales, directas, que revelen las nuevas formas de
hacer política del partido.
En las condiciones actuales, el partido
deberá formular una estrategia de comunicación de cara a la sociedad, a través
de acciones que revelen creatividad, sencillez y autenticidad, que nos permitan
recuperar credibilidad y confianza.
Nueva organización para la lucha electoral.
Nuestro partido, ha propiciado la mayor
competitividad electoral: vamos a prepararnos para participar con mayor
eficacia en los procesos electorales del futuro.
Ahora, las ofertas políticas son más
diversas; en consecuencia, requerimos definir con claridad la nuestra, para
evitar las confusiones, necesitamos que los electores conozcan a plenitud la
opción que les ofrecemos.
Habremos de profundizar en el mejoramiento de
nuestra organización y de nuestros mecanismos electorales, rescatando el valor
que estos tienen en nuestra lucha por alcanzar y mantener el poder. Las
prioridades electorales deberán de ser definidas por la dirigencia del partido.
La coordinación debe hacerse permanente y
sobre la base de programas de acción concretos. Las expectativas y compromisos
deberán establecerse siempre con claridad, para ello habremos de considerar la
creación de un Consejo Nacional Electoral del Partido.
Planeación para la acción política.
La planeación política habrá de ser la
herramienta que nos permita prever metas y ordenar conforme a programas de
acción, el uso de los recursos.
Los procedimientos tácticos, los tiempos y
las actividades. Su uso nos ayudará a poner fin a la improvisación y tomar
decisiones adecuadas.
La planeación política ha de extenderse a los
municipios, las entidades federativas y los sectores, una gestión cada vez más
descentralizada habrá de fortalecer la actividad del partido que se realiza
junto con la ciudadanía.
Cuarta etapa del partido.
Nuestro partido se ha involucrado en las
grandes transformaciones históricas de la sociedad mexicana. Hoy, ante nuevas
exigencias, nuestro partido va a reformarse una vez más.
En 1929 estuvimos en la concertación de las
fuerzas revolucionarias, en 1938 en el programa social de la Revolución
Mexicana y el refrendo de la soberanía. En 1946 en el impulso del desarrollo.
En 1990 seremos el partido de la sociedad que se define por la democracia, por
la soberanía y por la solidaridad.
En el México de hoy se recrea el espíritu del
cambio, en el Partido Revolucionario Institucional, se hace presente el
espíritu en 1929, 1938 y 1946. La voluntad es por las transformaciones, el
consenso es por la decisión de que sea ahora.
Supremacía política.
El partido se reforma para mantener la
supremacía política, ese propósito no está animado por la obsesión del poder.
Responde a los mandatos de la Revolución Mexicana. Nacimos de la Revolución.
Hoy tenemos la responsabilidad de actualizar sus exigencias y hacerlas avanzar.
Así lo demandan los millones de mexicanos que
todavía sufren la pobreza extrema así lo demandan todos los que padecen alguna
forma de desigualdad: los trabajadores del campo y la ciudad, los productores
pobres, los grupos populares urbanos.
Así lo demandan las clases medias que piden
seguridad para el fruto de sus esfuerzos. Así lo demandan todos los ciudadanos
que quieren libertad y respeto a su dignidad.
En nombre de ellos, los militantes priístas
optamos por la reforma. Por eso no es una reforma oportunista, nuestra decisión
tiene unan profunda raíz histórica y una honesta razón social.
El partido se reforma para desplegar las
libertades políticas y las potencialidades de la democracia, para enfrentar la
nueva competencia política.
Por ello, transformaremos nuestra organización,
encontraremos mejores argumentos para convocar el consenso ciudadano, seremos
militantes más comprometidos; queremos enriquecer la contienda política,
convertirla en diálogo entre iguales, fortalecerla como tribunal ciudadano que
juzga las acciones de los gobiernos y los programas de los partidos.
El partido se reforma para ganar el voto.
Queremos ganar el voto de la racionalidad, el de la iniciativa ciudadana, el de
todos aquellos que en la pluralidad quieren participar en las grandes tareas
nacionales.
El PRI se reforma para convertir la
supremacía política en proyecto de justicia.
El PRI se reforma para traducir la supremacía
política en práctica de democracia.
El PRI se reforma para hacer de la supremacía
política un ejercicio de solidaridad.
Enfrentemos, así el reto de ser la
organización política, con la visión, el talento y el coraje, capaz de
encabezar la nueva cultura y el nuevo quehacer político.
Estamos ya en el camino de la reforma.
En la modernización, avanzamos.
En la democracia, avanzamos.
Y en la solidaridad, avanzamos.