Una institución que se encuentra en crisis a causa de quienes lo representan.
Una vez
más el Instituto Federal Electoral fue traicionado por los consejeros
electorales, quienes de un sombrero sacaron la solución mágica que esperaba el
PRI, su exoneración. Y aunque las pruebas estuvieron puestas en la mesa y los
consejeros electorales confirmaron que el PRI sí uso tarjetas Monex, que sí
utilizó varias empresas mercantiles para “dispersar” 70 millones de pesos que
no los reportó como gastos de campaña, y admitieron que desconocen a dónde
fueron a parar por lo menos 44 millones de pesos, a pesar de todo ello, por mayoría de votos el Consejo General del
órgano electoral declaró infundada la queja de los partidos PRD, PT y
Movimiento Ciudadano.
Y quienes claudicaron al final del proceso,
la consejera Macarita Elizondo Gasperín, quién modificó su posición, por lo que la votación
que llevaría a multar al PRI con 75 millones de pesos se empató; y de manera
sorpresiva, sospechosa y hasta de película aparece el consejero Sergio García Ramírez, quien
durante todo el proceso de discusión evitó participar debido a su relación
personal con varios priistas que estaban siendo indagados, como Gabino Fraga,
sorpresivamente entró al salón al momento de la votación para darle al PRI la
exoneración. Juez y parte.
El
problema no son las instituciones, sino quienes la representan. Ese es el
principal problema prioritario que provoca que nuestro país se encuentre
convulsionado, por la pobreza, el desempleo, la corrupción, la violencia y todo
aquello que provoca que las instituciones pierdan credibilidad.
El IFE
sin credibilidad y continuará así mientras existan intereses personales de
quienes lo representan.
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