Prologo
Patricia Galeana
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En sus relaciones con el mundo, a lo
largo del siglo de su construcción nacional, México primero tuvo que luchar por
consolidar su independencia, defendiéndose de los tratados ruinosos que le
querían imponer a cambio de su reconocimiento como nación independiente, y
después debió enfrentar la agresión de las grandes potencias que querían
apoderarse de su territorio, de sus riquezas y de su soberanía.
Ante la falta de un gobierno estable
debido a las constantes guerras internas y la bancarrota permanente, durante la
primera mitad del siglo XIX México fue considerado por la comunidad
internacional como un Estado incapaz de gobernarse con mano propia. El doctor
Reynaldo Sordo Cedeño nos da cuenta detallada de la situación imperante en el
país en el capítulo primero de la presente obra.
Consumada la Independencia en 1821,
ésta fue reconocida por España hasta 1836. La riqueza del territorio mexicano
se había convertido en leyenda desde la difusión de obras como el Ensayo
político sobre el Reino de la Nueva España del barón Alejandro de Humboldt1,
que la describían en toda su magnitud.
Las potencias de la época vieron a
México como un rico botín con forma de cuerno de la abundancia.2
El país fue objeto de un intento de reconquista por parte de España en 1829 y
en 1838 de un primer intento de intervención por parte de Francia con la
llamada Guerra de los Pasteles. La separación de Texas en 1836 fue el
antecedente de la invasión y de la guerra contra Estados Unidos en 1847, que
ocasionaría la pérdida de más de la mitad del territorio nacional.
Una vez consumada su independencia,
Estados Unidos inició su proyecto expansionista. Inicialmente esta acción se
fue concretando a costa de sus vecinos. Compraron a los franceses la Louisiana
y a los españoles las Floridas, avanzaron sobre el territorio indio lanzando a
su población al sur y, finalmente, pusieron su mira en el territorio mexicano.3
En el ensayo del doctor José Luis Orozco, capítulo segundo de la presente obra,
puede hacerse el seguimiento detallado del pensamiento norteamericano.
Desde finales de la época virreinal
entraron a Texas colonos norteamericanos y prosiguieron su entrada durante las
primeras décadas del México independiente, violándose las leyes que establecían
que los colonos fueran católicos y que no tuvieran esclavos.
El 22 de febrero de 1819 los gobiernos
de España y Estados Unidos firmaron el Tratado Transcontinental, que modificó
los límites de la frontera norte. El Tratado Adams-Onís marcó el inicio del
modelo que seguiría la Unión americana en su carrera expansionista: "tomar
territorio por la fuerza, y después negociar su cesión"4,
como bien ha afirmado Josefina Zoraida Vázquez, autora del capítulo tercero de
la presente obra.
La ratificación del Tratado Adams-Onís
tuvo lugar apenas unos días antes del Plan de Iguala, con el que se lograría
consumar la independencia de México. O sea que, aun antes de ser independiente,
el país tuvo ya la presión de su vecino del norte.
Pueblo y gobierno de Estados Unidos
estaban persuadidos de que todo el territorio vecino que México no pudiera
gobernar debía ser norteamericano.5
El primer embajador de Estados Unidos
en México, Joel R. Poinsett, ofreció cinco millones por el territorio de Texas
el 25 de agosto de 1829. La propuesta fue rechazada y, al año siguiente, se
decretó una ley de colonización que prohibía la entrada de colonos
norteamericanos. No obstante, el avance continuó con el apoyo del gobierno
norteamericano hasta lograr la independencia de Texas y, posteriormente, su incorporación.
Al establecerse en México la
Constitución centralista de 1836, los colonos establecidos en Texas
argumentaron que con ello se rompía el pacto federal de la Constitución de
1824, por lo que consideraron tener el derecho de formar un Estado libre y
soberano. El general Samuel Houston, con armas que obtenía del gobierno
norteamericano presidido por Andrew Jackson, organizó la sublevación.
El 1º de marzo de 1836 Texas proclamó
su independencia definitiva de México y nombró Presidente a David G. Burnett y
vicepresidente a Lorenzo de Zavala. El caudillo militar que fungía como árbitro
de la política nacional, Antonio López de Santa Anna, se puso al mando de las
fuerzas que harían frente a los rebeldes.
El camino hacia el norte fue largo y
penoso. Los soldados, mal armados, sin experiencia, muchos de ellos descalzos y
prácticamente desnudos, iban acompañados de mujeres y niños y de otros hombres
que eran reclutados conforme se acercaban a San Antonio.
Después de recorrer más de 1,500
kilómetros, se encontraron frente al Álamo, lugar donde estaban pertrechados
los texanos. El 4 de marzo de 1836 la plaza fue tomada a sangre y fuego y los
sublevados fueron derrotados y ejecutados por órdenes de Santa Anna, lo mismo
que los hombres de las fuerzas de James W. Fannin capturados por órdenes de
Santa Anna.
Tras estos triunfos
Santa Anna fue detrás de Samuel Houston; sin embargo, la fatiga que dominaba a
los soldados mexicanos precipitó su derrota: las fuerzas estadounidenses los
sorprendieron cuando descansaban sobre las márgenes del río San Jacinto. Santa
Anna trató de huir, pero fue hecho prisionero.
En Galveston fue obligado a firmar dos
tratados, uno de ellos "secreto", sin validez oficial, ya que Santa
Anna no era Presidente en ese momento y, por lo tanto, no tenía facultades para
llegar a ningún acuerdo oficial. Según este tratado, el militar mexicano se
comprometía a no volver a levantarse en armas contra Texas, mientras que por el
otro se obligaba a intentar influir en su gobierno para que se reconociera la
independencia texana.
Prisionero durante siete meses, Santa
Anna fue llevado a Washington ante el Presidente Jackson. En los compromisos
que contrajo con el gobierno norteamericano a cambio de su libertad en este
episodio y en sus acciones posteriores durante la propia guerra, se fundamenta
la acusación de traición a la Patria, ya que muchos autores concluyen que él
fue responsable de la derrota de México al ayudar directamente al triunfo del
enemigo.6
En la carta reservada del almirante
Alex Slidell McKenzie a James Buchanan, jefe del Departamento de Estado,
contenida en el Diario del Presidente Polk, el almirante narra el encuentro que
tuvo con Santa Anna en La Habana, donde le manifestó el deseo de Estados Unidos
de adquirir mediante un tratado "algunas porciones del territorio norte de
México consistentes en tierras baldías o escasamente pobladas, y en parte
pobladas ya por nativos de Estados Unidos (...) a cambio de una amplia
compensación de dinero en efectivo que serviría para restaurar sus finanzas,
consolidar su gobierno e instituciones y cimentar su poder y prosperidad con
tendencias a protegerlo contra futuras usurpaciones y asegurarle la posición
entre las repúblicas del nuevo mundo que el Presidente de Estados Unidos
desearía verlo ocupar"7.
Si habían comprado territorio a Francia y a España, por qué no hacerlo a su
vecino mexicano que andaba en apuros económicos.
Según Slidell, Santa Anna redactó una
nota como respuesta al Presidente estadounidense, cuyo original fue destruido
por él mismo. En este documento, asegura que Santa Anna "no vacilaría en
hacer concesiones antes que consentir que México estuviera gobernado por un
príncipe extranjero que los monarquistas están tratando de elevar [al
trono]" y que prefería "un arreglo amistoso a los estragos de la
guerra que pueden ser calamitosos para su país (...) que si el gobierno de los
EE. UU. estimula sus patrióticos deseos, ofrece responder con una paz tal como
se ha descrito".
Asimismo, Slidell sostiene que Santa
Anna sugería que el general Taylor avanzara "a la ciudad de Saltillo, que
es una buena posición, obligando al general Paredes a luchar, puesto que
considera fácil su derrocamiento, y hecho esto el general Taylor puede avanzar
hacia San Luis Potosí, cuyo movimiento obligará a los mexicanos de todos los
partidos a llamar a Santa Anna". Más adelante refiere que le sugiere
atacar San Juan de Ulúa y ocupar Tampico, lo cual resultaría muy fácil para el
Ejército estadounidense.
Slidell señala que Santa Anna pedía que
se guardara el mayor secreto sobre esta conversación, "puesto que sus
compatriotas, sin apreciar sus benévolas intenciones de librarlos de la guerra
y de otros males, podrían formarse una opinión dudosa de su patriotismo".
Al no existir el documento original de
la nota redactada por Santa Anna, no es posible cotejar si realmente el ex
Presidente mexicano planeó la derrota del propio ejército que él comandaría.8
Sin embargo, Luis G. Zorrilla señala
que al regreso de Santa Anna a México, sobre todo a partir de que llegó a la
Ciudad de México el 14 de septiembre de 1846, corría el rumor de sus
"arreglos secretos" con el gobierno de Estados Unidos. Afirma que en
Londres el periódico The Observer publicó el 4 de octubre un artículo en el que
destacaba que el arreglo "consistía en la restauración del federalismo con
garantía norteamericana, frontera en el Bravo, y la California como territorio
separado bajo la protección de Estados Unidos. El Presidente Polk había
consultado con varios miembros prominentes del Congreso acerca del pago
inmediato de medio millón de dólares a López de Santa Anna al firmarse el tratado
de paz, y después del informe de Slidell McKenzie urgió en un mensaje
confidencial al Senado, fechado el 4 de agosto, para que estudiara la
proposición de soborno, pues deberían tener fondos disponibles al firmarse el
tratado de paz; el Senado aprobó en lo general el plan. El 8 de octubre Polk
envió a ambas Cámaras el proyecto por dos millones, pero por ir junto con el
Wilmont Proviso, [plan] que abogaba por la no aceptación de la esclavitud en
los territorios que obtuvieran en México, no fue aprobado antes de que el
Senado entrara en receso"9.
Por su parte, Carlos María de
Bustamante ataca con vehemencia a Santa Anna, a quien acusa de ser "el
verdadero insuflador por los Estados Unidos para que nos destruyésemos y
quedásemos sometidos a su oprobiosa dominación". Asimismo, habla sobre los
tratados secretos y un pago de tres millones de pesos que "se asignaron
para el que sojuzgase a México"10.
A continuación, Bustamante cita el
referido artículo de The Observer, tomado del diario de un amigo suyo:
"Evidente es que Santa Anna retornó a México en una completa inteligencia
(á full undes tan dign) con el gobierno de Washington (…) Los términos del
arreglo son: la restauración del gobierno federal mexicano de 1824 bajo la
garantía de los Estados Unidos cuya nación acepta para frontera el Río Grande.
La California será organizada en territorio separado (distine territuri) bajo
la protección de Estados Unidos"11.
(sic)
El hecho es que pasada la derrota de
San Jacinto, México no emprendió ninguna otra campaña para recuperar Texas, que
fue reconocida como nación independiente por Estados Unidos en 1837, por
Francia en 1839 y por Inglaterra en 1840. Finalmente, durante la Presidencia de
James Knox Polk, Texas se anexó a Estados Unidos el 29 de diciembre de 1845,
cuando el Congreso lo aceptó como estado de la Unión, "primera forma del
imperialismo actual", según escribiera don Justo Sierra.
Por lo anterior, México rompió las
relaciones diplomáticas con el país del norte. La guerra era deseada por
Estados Unidos y aceptada en México por la opinión pública. En diciembre de
1846, Carlos María de Bustamante presentaba un proyecto para fortificar al país
y repeler una posible invasión estadounidense.12
En esta ocasión, Bustamante proponía que nuestro país se fortificara con
depósitos y fábricas de pólvora y cañones, "y todo cuanto pueda
necesitarse para continuar una guerra de montaña con qué destruir los más
numerosos ejércitos". Más adelante, pedía que se combatiera a los
estadounidenses con la misma entrega que durante la Guerra de Independencia:
"(…) que hoy se haga a los angloamericanos una guerra como la que se hizo
en la República desde 1810 hasta 1821, aunque fue de hermanos a hermanos".
Mientras, las acciones expansionistas
de Estados Unidos continuaban. El Presidente Polk quería que México aceptara
como límite de Texas el río Bravo y no el Nueces, que era el límite real
reconocido por los propios norteamericanos en el Tratado Adams-Onís con España
en 1819. Quería además comprar Nuevo México por cinco millones de pesos y la
Alta California por veinticinco. Las propuestas presentadas por los agentes
diplomáticos John Parrot y John Slidell fueron rechazadas por el gobierno
mexicano.
Polk decidió seguir entonces el camino
de la provocación para conseguir sus propósitos. Envió a Zachary Taylor para
que incursionara en el territorio en disputa al sur del río Nueces y propiciara
un encuentro armado con el Ejército Mexicano. Los primeros enfrentamientos
causaron las derrotas de Pedro Ampudia en Palo Alto y de Mariano Arista en
Resaca de Guerrero. El armamento de las fuerzas invasoras fue en todo momento
superior al de las mexicanas.
En defensa de su soberanía, el 7 de
julio de 1846 México declaró la guerra a Estados Unidos. En el decreto por el
que Bustamante daba a conocer el estado de guerra, el gobierno aseguraba que se
informaría "a las naciones amigas y a toda la República, las causas
justificativas que la obligan a defender sus derechos, sin otro recurso que el
de repeler la fuerza con la fuerza, en la violenta agresión que le hacen dichos
Estados"13.
Meses más tarde rechazó una propuesta de James Buchanan, quien pretendía la
firma de un tratado de paz a cambio de cesiones territoriales.
Luego de tres días de combate, Taylor
tomó la plaza de Monterrey. Santa Anna partió hacia el norte al mando de un
ejército de más de veinte mil soldados, que durante el recorrido fue diezmado
por las bajas temperaturas y las marchas forzadas. El 23 de febrero de 1847 se
libró en la Angostura una de las batallas más importantes de la guerra. La
lucha se desató cuerpo a cuerpo y el arrojo de los improvisados soldados
mexicanos por momentos rechazó a las fuerzas invasoras. Finalmente se impuso la
disciplina del Ejército estadounidense y la superioridad de su armamento. En
marzo desembarcaron otras tropas invasoras en Veracruz al mando del general
Scott.
En Churubusco y Molino del Rey se
libraron algunas de las batallas definitivas antes de la toma del Castillo de
Chapultepec. En ambos casos, nuestras fuerzas se batieron con heroísmo, a pesar
de encontrarse en desventaja ante la artillería del invasor.
Al narrar los pormenores de la Batalla
de Churubusco, el general Manuel Rincón destaca que el desempeño del Ejército
Mexicano llamó la atención del enemigo: "235 conciudadanos nuestros han
derramado su sangre en defensa de la patria; el campo enemigo quedó sembrado de
cadáveres, entre los que se cuentan jefes de mucho valor y gradaciones,
oficiales y tropa, cuya pérdida les es muy sensible; y sin duda por eso el
enemigo elogia y admira nuestra resistencia"14.
Tras las derrotas del Ejército Mexicano
en Sacramento, Veracruz, Padierna y Churubusco, se solicitó un armisticio. El
gobierno mexicano rechazó entonces un proyecto de tratado mediante el cual se
hubiera cedido a Estados Unidos no sólo Texas, sino también las Californias,
Nuevo México y una franja territorial que correspondía a los estados de Sonora,
Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas.
Roto el armisticio, se sucedieron
nuevas derrotas ante las fuerzas del general Taylor, quien tomó Molino del Rey,
donde de acuerdo con José Lino Alcorta, ministro de Guerra y Marina, las
fuerzas nacionales se batieron "con toda la decisión que inspira el honor,
la justicia de la causa que se sostiene y el deseo de reparar pasadas
desgracias"15.
Los norteamericanos procedieron entonces
a bombardear el Castillo de Chapultepec, el cual era defendido solamente por
los generales Nicolás Bravo y Felipe Xicoténcatl, al mando del Batallón de San
Blas y de jóvenes alumnos del Colegio Militar. La batalla se llevó a cabo el 13
de septiembre de 1847 con un intenso bombardeo que comenzó desde las cinco de
la mañana y concluyó a las siete de la noche.
Es preciso recordar que el Castillo no
era una fortaleza en sentido estricto, ya que había sido construido
exclusivamente como casa de recreo de los virreyes. En su parte militar, el
general Bravo hizo hincapié precisamente en que el Castillo no era una
fortificación que pudiera resistir el embate del Ejército estadounidense,
además de que las fuerzas nacionales eran inferiores en número y armamento:
"El edificio principal carecía de solidez necesaria para resistir ni unas
cuantas horas el bombardeo; faltaban las piezas de sitio indispensables para
contrarrestar el fuego; y con todas sus defensas bajas y exteriores, quedaba al
asaltante abierta la espalda de la posición, sólo protegida naturalmente por
los edificios de Molino del Rey, abandonados al invasor"16.
En un enfrentamiento a todas luces desigual,
puesto que Santa Anna se había negado a enviar refuerzos al Castillo, los
estragos sobre la construcción fueron cuantiosos. En la batalla murieron los
jóvenes estudiantes del Colegio Militar quienes, de acuerdo con los testigos,
fueron los últimos soldados que sostuvieron la defensa del Castillo. Ello
simboliza la defensa heroica de la Patria.
El 14 de septiembre de 1847 ondeó en
Palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas. Dos días después
Santa Anna renunciaba a la Presidencia de la República y su lugar era ocupado
por Manuel de la Peña y Peña. La resistencia de los habitantes de la capital
fue valiente, pero de hecho la guerra estaba terminada.
Ignacio Manuel Altamirano culpó de la
derrota a la falta de preparación de nuestros mandos militares, así como a la
carencia de patriotismo de las clases privilegiadas. "En esta campaña se
pusieron de manifiesto, más que nunca[,] la impericia de los antiguos generales
salidos del núcleo iturbidista de 1821, su falta de energía y de arrojo que sólo
sabían emplear en las guerras intestinas, cuando no tenían que combatir más que
las huestes improvisadas en el motín o reclutadas en los campos de labranza,
sino también la indiferencia y la falta de patriotismo de las otras clases
llamadas privilegiadas, de lo que constituía la aristocracia partidaria del
centralismo, que no supo hacer el sacrificio de sus intereses en aras de la
patria"17.
En este sentido, Manuel Balbontín
señala que nuestro Ejército era "desarreglado e incompetente por su
número", además de que el material de guerra escaseaba y no había un
manejo racional de éste. Por ello, concluye que "no era absolutamente
posible que [México] pudiera sostener una guerra con expectativas de buen
éxito"18.
La derrota fue el resultado no sólo del
proceder de un hombre, sino de la conjunción de muchos factores adversos que
impidieron que nuestro país pudiera triunfar sobre el enemigo invasor.
Después de tener
ocupada la capital de la República diez meses, obligado por la fuerza de las
armas, el gobierno nacional firmó el Tratado de Paz, amistad y límites entre
México y Estados Unidos en Guadalupe Hidalgo. México perdió Texas, la porción
territorial de Tamaulipas situada entre los ríos Nueces y Bravo y los estados
de la Alta California y Nuevo México y recibió quince millones de pesos como
indemnización de guerra. El Tratado fue firmado por Bernardo Couto, Miguel
Atristáin y Luis G. Cuevas, por la parte mexicana, y por Nicholas Philip Trist,
por parte del gobierno norteamericano, el 2 de febrero de 1848.
Couto, Gonzaga Cuevas y Atristáin,
encargados de las negociaciones, señalaron que el gobierno los había
comisionado "en sustancia a recoger los restos del naufragio". Sabían
que la pérdida del territorio era inevitable, ya que "los convenios de
esta clase realmente se van formando en el discurso de la campaña según se
ganen o se pierdan las batallas", y "no hacen sino reducir a formas
escritas el resultado final de la guerra"19.
Ante las circunstancias, para nuestros
diplomáticos lo más importante en esos momentos era conservar la independencia
nacional. "La desgracia de México no provendrá de falta de
territorio", afirmaban los miembros de la comisión negociadora. En el
mismo sentido se pronunciaba el ministro de Relaciones Exteriores, Luis de la
Rosa, quien consideraba que nuestro país se encontraba en peligro de
"perder la independencia y nacionalidad, por la imposibilidad de sostener
la guerra"20.
La firma del Tratado tuvo muchos opositores,
sobre todo entre quienes querían seguir luchando hasta el último hombre y
aquellos que rechazaban la idea de que se sancionara con la firma de un tratado
semejante despojo. En este sentido, Valentín Gómez Farías, como representante
de "26 diputados más del partido puro", se pronunciaba en el Congreso
por la defensa del territorio: "Tanta debilidad sin haber dado hasta ahora
a nuestro implacable enemigo prueba alguna de vitalidad de nuestra parte (…)
nos presentaría a la faz del mundo como un pueblo indigno de figurar en la gran
familia de las naciones, y alentaría a nuestro conquistador para volver dentro
de pocos años, ya no por otra fracción de nuestros terrenos fronterizos, sino
por lo demás de nuestro territorio, tratándonos en lo sucesivo, como a las
tribus bárbaras que han logrado exterminar". Consideraba que a pesar de la
pérdida de sangre que nos costaría mantener el conflicto armado,
"proclamamos solemnemente la continuación de la guerra, porque es el único
arbitrio que nos queda"21.
En el mismo sentido se pronunciaba el
gobierno del estado de Jalisco, cuando presentó un acta de protesta contra la
firma de un tratado que nos llevaría a una "paz llena de oprobio y de
vergüenza. La paz es un bien cuando se establece con ventajas, con dignidad y
espontáneamente; pero ella es el mayor de los males cuando es ignominiosa y
arrancada por la violencia y por la traición; el resultado en este caso es la esclavitud,
es el desprecio universal, es la vergüenza eterna"22.
Pero las condiciones en las que se
encontraba el país reclamaban la paz. Justo Sierra señala cómo ésta era una
necesidad, inclusive desde antes de la anexión de Texas. "La guerra nos
había desarmado; ni teníamos soldados (nueve mil hombres diseminados en el
país), ni artillería, ni fusiles (menos de 150 en los depósitos). Sólo quien
ignore cuál era la situación de anarquía del país, las tendencias al
desmembramiento ya claras en diversos estados, la facilidad con que gran parte
de la sociedad aceptaba la tutela americana por cansancio de desorden y ruina,
las ideas de anexión que surgían en grupos compuestos de gente ilustrada, la
actitud de la gente indígena, fácilmente explotable por los invasores; sólo
quien esto ignore o lo ponga en olvido, puede condenar la obra de Peña y Peña y
sus insignes colaboradores: un combate más, que habría sido un nuevo desastre y
una humillación nueva, y una parte de Chihuahua, Sonora y Coahuila se habrían
perdido (…) Bajo el imperio de una necesidad suprema, puede y debe una nación
ceder parte de su territorio para salvar el resto."23
La indemnización que recibió México por
concepto de la guerra, decía el ministro De la Rosa, no equivalía a una compra
de los territorios. "No se ha vendido una parte del territorio nacional
por quince ni por veinte millones de pesos a que equivale la indemnización,
sino que cediendo esa parte del territorio, se recobra con la paz cuanto la
nación había perdido por el mal éxito de la guerra; se recobran nuestros
puertos, nuestras ciudades, nuestras fortalezas; nuestra artillería y un
inmenso material de guerra; se recobra y redime la capital de la nación, que ha
sido víctima de tantas calamidades, y cuya población ha hecho tan grandes
sacrificios en defensa de toda la República."24
El Tratado de Paz, amistad y límites de
Guadalupe Hidalgo todavía está vigente. Por él, México se vio desposeído de más
de la mitad de su territorio.
Los pocos artículos que en algo
favorecían a nuestro país fueron pronto derogados, como aquel en el que los
estadounidenses se comprometían a respetar a los ciudadanos mexicanos que
quedaran en el lado ahora norteamericano y que, según si les hacía falta mano
de obra, se les obligaría a adoptar la nacionalidad estadounidense -como en el
caso de Nuevo México- o si, por el contrario, les eran útiles sus tierras, se
les obligaría a abandonarlas, como en el caso de California ante el hallazgo de
vetas auríferas. También se derogó el artículo en que se comprometían a no
lanzar a los indios salvajes al sur, cosa que continuaron haciendo.
La historia de los conflictos entre
países fronterizos siempre ha sido azarosa; además, en este caso, México es
también la frontera de Iberoamérica, de toda una cultura con raíces distintas
frente a la norteamericana, anglosajona y protestante. Los ensayos que contiene
la presente obra, En defensa de la Patria, dan cuenta de este proceso.
En defensa de nuestra Patria, hombres y
mujeres empeñaron sus vidas. Corresponde a los mexicanos de cada generación
conservarla y engrandecerla.
1.
HUMBOLDT, Alejandro de, Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España,
México, Ed. Porrúa, 1973, p. 1. El científico y humanista señala que, después
de haber visitado diversas regiones en Sudamérica, le "sorprendió
ciertamente lo adelantado de la Nueva España respecto de las partes de la América
Meridional que acababa de recorrer", lo que lo llevó a escribir su célebre
obra.
2.
Datos como los proporcionados por Humboldt en su obra contribuyeron a despertar
la codicia de las potencias extranjeras, por ejemplo cuando se refiere a la
extracción de la plata en Veracruz: "Basta observar que los 2 millones y
medio de marcos de plata exportados anualmente por Veracruz equivalen a los dos
tercios de toda la plata que se extrae anualmente en el globo entero".
Ibidem, p. 335.
3.
Justo Sierra refiere que "Los Estados Unidos habían intentado, desde los
primeros días de la República, adquirir la zona comprendida entre la Louisiana
y todo el curso del Bravo, de su fuente a su desembocadura; Poinsett propuso al
gobierno de México su compraventa y los representantes de la política
democrática que los estados meridionales de la Unión apoyaron siempre, no
perdieron jamás de vista esa adquisición de grado o por fuerza" (cursivas
del autor). SIERRA, Justo, México y su evolución social, México, Ed. J.
Ballescá y Compañía, 1900, pp. 208-209.
4.
VÁZQUEZ, Josefina Zoraida, México y el mundo. Historia de sus relaciones
exteriores, México, Ed. Senado de la República, T. I, p. 30.
5.
SIERRA, Justo, Op. cit., p. 209.
6.
Gastón García Cantú afirma que la política de expansión del Presidente Polk
sobre México fue alentada por "los consejos que Antonio López de Santa
Anna le da por medio de su enviado confidencial, el fantasmal coronel
Atocha". GARCÍA CANTÚ, Gastón, "1847: la traición de Santa
Anna", en La Cultura en México, suplemento de Siempre!, México, 3 de julio
de 1997, p. 64. De acuerdo con el historiador, Santa Anna "recomendó,
además, medidas enérgicas: había que doblegar al gobierno mexicano, pero en sus
términos ese propósito tenía un sentido figurado; se trataba, en rigor, del
país". GARCÍA CANTÚ, Gastón, Las invasiones norteamericanas en México,
México, Ed. Era, 1974, pp. 114-115.
7.
POLK, James Knox, Diario del Presidente Polk (1845-1849). Reproducción de todos
los asientos relativos a México, tomados de la edición completa de M. M. Quaife
con numerosos documentos anexos relacionados con la guerra entre México y
Estados Unidos, Recopilación, traducción, prólogo y notas de LUIS CABRERA, V.
I: El Diario, México, Ed. Antigua Librería Robredo, 1948, 516 p., V. II:
Documentos anexos, México, Ed. Antigua Librería Robredo, 1948, 385 p. Cita del
V. II, pp. 303-308. Archivo General de la Nación, Biblioteca, clasificaciones
973.61 p769d v.1 y 973.61 p769d v.2.
8.
De esta manera, sostiene García Cantú, "Santa Anna trazó el ataque a
seguir y en su aparente dirección como jefe del Ejército Mexicano organizó la
derrota". GARCÍA CANTÚ, Gastón, Op. cit., p. 65. Asimismo, asegura que
"sus proposiciones al gobierno norteamericano coinciden con la táctica que
siguió la guerra: retroceder, fatigar a los soldados, hacerlos combatir sin municiones,
destituir generales, mover constantemente a las fuerzas disponibles hacia
puntos sin importancia para diezmar la resistencia nacional. Todas las
victorias norteamericanas, en nuestros países, han contado con hombres como
Paredes, Santa Anna o Almonte". GARCÍA CANTÚ, Gastón, Las invasiones…, p.
116.
9.
ZORRILLA, Luis G., Historia de las relaciones entre México y los Estados Unidos
de América, 1800-1958, México, Ed. Porrúa, Col. "Biblioteca Porrúa",
N. 29, V. 1, p. 197.
10.
BUSTAMANTE, Carlos María de, El nuevo Bernal Díaz del Castillo, o sea Historia
de la invasión de los anglo-americanos en México, México, Imp. de Vicente
García Torres, 1847, p. 87.
11.
The Observer, 4 de octubre de 1846, p. 1, citado por BUSTAMANTE, Carlos María
de, Op. cit., p. 90. El sic es de la editora. El texto de la cita fue cotejado
en Bustamante.
12.
BUSTAMANTE, Carlos María de, Proyecto de Carlos María de Bustamante para la
defensa de México, México, Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa
Nacional, Dirección de Archivo Militar, Exped. XI/481.3/2199, fojas 125-126,
sección de Operación, diciembre de 1846. En este documento recordaba una carta
que había enviado al Presidente Antonio López de Santa Anna tres años antes,
cuando abrigaba el temor de que una invasión de alguna potencia europea
quisiera establecer un reino con un Borbón a la cabeza.
13.
"Decreto del Congreso extraordinario.- Se autoriza al gobierno para
repeler la agresión de los Estados-Unidos de América" y a organizar la
defensa, 2 de julio de 1846, en DUBLÁN, Manuel y LOZANO, José María,
Legislación mexicana. Colección completa de las disposiciones legislativas
expedidas desde la Independencia de la República, México, Edición Oficial,
Imprenta del Comercio a cargo de Dublán y Lozano, Hijos, 34 T., T. V, 1876,
846p., p. 136. Archivo General de la Nación, Biblioteca, clasificación 328.72
D466 v.5 ej.2.
14.
Parte rendido por el general Manuel Rincón el 26 de agosto de 1847, relativo a
la acción desarrollada en Churubusco el 20 del propio mes y año. México,
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Dirección de Archivo
Militar, Churubusco, Exped. XI/481.3/2663, fracción 1ª, legajo 11, 1847.
15.
Circular del general José Lino Alcorta, ministro de Guerra y Marina. México,
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional, Dirección de Archivo
Militar, Exped. XI/481.3/1914, fracción 11ª, legajo 4, 1847.
16.
VIGIL, José María, México a través de los siglos, T. V, México, Ed. Ballescá y
Compañía, s/f, pp. 691-692.
17.
Ibidem, p. 698.
18.
BALBONTÍN, Manuel, Estado militar de la República Mexicana en 1846, México,
Tipografía de Ignacio Pombo, 1890, pp. 66-67.
19.
"Exposición de motivos presentada por los comisionados de México", en
DE LA PEÑA Y REYES, Antonio, Algunos documentos sobre el Tratado de Guadalupe y
la situación de México durante la invasión americana, México, Ed. Secretaría de
Relaciones Exteriores, 1930, p. 131.
20.
"Exposición de motivos presentada por los comisionados de México", en
Ibidem, p. 178.
21.
Iniciativa de Valentín Gómez Farías en el Congreso Nacional para impedir que se
enajene territorio en los Tratados de Paz. Noviembre de 1847, en VÁZQUEZ,
Josefina (coord.), Planes en la Nación Mexicana, México, Ed. El Colegio de
México-Senado de la República, 1987, Libro cuatro: 1841-1854, p. 381.
22.
"Acta de protesta contra la firma de un tratado de paz, 20 de diciembre de
1847", El Republicano Jalisciense, Periódico Oficial del Gobierno, V. II,
N. 39, 21 de diciembre de 1847.
23.
SIERRA, Justo, Op. cit., pp. 223-224.
24.
"Exposición de motivos presentada por los comisionados de México", en
DE LA PEÑA Y REYES, Antonio, Op. cit., p. 189.
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