martes, 3 de enero de 2017

El 4 de Junio del 2017, es la cita para retomar las riendas de la Nación Rumbo al 2018.

Esto no es cuestión de especialistas e investigadores, es cuestión de sentido común. México, padece en estos momentos de una política económica que atenta contra el bienestar de cada familia mexicana que observa como su nivel de ingreso se reduce dramáticamente. La perdida del valor adquisitivo ha sido una constante que se ha mantenido por décadas en México, donde  los precios de los productos y servicios siguen ganando terreno, causando con ello, los niveles de pobreza y marginación que padece la población. La falta de empleos bien remunerados y de oportunidades provoca que el tejido social se vea afectado de manera lamentable.
El cálculo de los especialistas de la Política Económica es que los mexicanos absorban de manera natural la decisión del desmantelamiento de la Industria Petrolera y Eléctrica de México, los recursos que estas dos industrias proveían a las finanzas públicas se han debilitado notablemente, lo que da por resultado que los recursos indispensables para mantener una administración pública debe salir de los bolsillos de los contribuyentes a través de impuestos.
Hoy Pemex ya no será la palanca del desarrollo y crecimiento económico del país, porque, simplemente, las administraciones de Felipe Calderón y Peña Nieto la han hecho polvo.
Desean mantener programas sociales, dice con descaro Meade, el Secretario de Hacienda, con el fin de seguir apoyando a la población que se encuentra en extrema pobreza, pobreza y marginación. Pero no se han dado cuenta, que los apoyos que brinden no lograrán sacar adelante a ese segmento de la población, ya que su situación precaria será mayor y que un número mayor de habitantes habrá de ingresar a esas cifras de pobreza.
La Política Económica y Social que emprende la actual administración, esta a la deriva, no logran obtener los resultados previstos y el tiempo ya se les vino encima. Lo anterior se deriva a que México es México y jamás podrá ser equiparado con algún otro país. En México, se dispone de  un modelo cultural, económico y social que es diferente a cualquier nación del mundo y por ese simple hecho, debe generarse un Modelo Económico y Social propio que permita potenciar y desarrollar los atributos que dispone el país. Pero apostar a copiar los modelos externos y seguir recetas de los organismos internacionales, es por lo general, una apuesta equivocada.
Ante la escalada de incrementos de precios en servicios y alimentos, la población se lanza a las calles a protestar, movilizarse, manifestarse y exigir que las gasolinas regresen a sus precios anteriores, pero el golpe que se asesta ya no tiene marcha atrás. 
Economistas coinciden en que esto traerá un golpe al bolsillo mediante la inflación de los precios de productos y servicios que los mexicanos pagan, usen o no vehículo.
A nivel individual habrá un aumento en el costo de vida y por lo tanto un menor nivel de bienestar, y eso es inevitable cuando hay un aumento de la gasolina.
En México existen tres variedades de gasolina que a partir de enero tendrán un nuevo precio máximo promedio por cada litro que implica un aumento (pesos):
Magna: 15,99 (US$0,77) +14,2%
Premium 17,79 (US$0,85) +20,1%
Diesel 17,05 (US$0,82) +16,5%
México se dividirá en 90 regiones con precios alrededor de esos promedios, siete serán regiones fronterizas, y el resto del interior del país.
Durante todo enero, el precio máximo promedio se mantendrá fijo, es decir, no habrá ni aumento ni retroceso en el costo de cada litro de gasolina.
El gobierno aplicará el nuevo esquema de precios de forma gradual, de manera que a final de 2017 habrá precios liberados y ya no solo los que el gobierno dicte.
Las dos primeras semanas de febrero tendrán un ajuste semanal.
A partir del 18 de febrero, los precios máximos serán fijados diariamente, por lo que el precio de cada litro de gasolina podría ser más caro o más barato de un día para otro.
El calendario prevé la liberación de los precios de forma escalonada de manera que Pemex y las nuevas empresas que ofrezcan el servicio podrán fijar sus precios de forma independiente: una gasolinera que desee reducir sus ganancias bajará el precio, pero podría obtener más clientes. Pero en México, ¿eso será posible?
En 2017 habrá tres elementos que harán que un litro de gasolina o diesel será más caro o más barato, dependiendo de la región, estado y municipio en donde se compre.
Precio en el mercado: el costo del petróleo eleva o reduce el costo de la gasolina, y el precio a nivel internacional será la referencia: ya no estará sujeto al precio que el gobierno (Pemex y la SHCP) fijaba por razones financieras y hasta políticas.
Transporte y almacenamiento: un litro de gasolina será más caro o barato si una localidad se encuentra más lejos o cerca de una refinería o un puerto, si el combustible es llevado por tierra o por oleoducto, y si cuesta más o menos almacenarlo.
Impuesto a la gasolina: el gobierno aplica un impuesto de recaudación llamado IEPS a cada litro de gasolina vendido, el cual se seguirá aplicando y no se incrementará en 2017, según promete el gobierno mexicano.
Pero también habría un cuarto factor, las leyes ambientales locales: en ciudades como la capital mexicana, si las autoridades requieren que haya gasolinas menos contaminantes, costará más cada litro.
Las fronteras seguirán teniendo un régimen especial para tener precios que compitan con los de su contraparte, principalmente en las ciudades fronterizas del sur de EE.UU.
¿México esta listo para emprender esta cruzada de liberación de precios de la gasolina?. La respuesta, es no, ya que ni consumidores ni mucho menos empresarios están listos para medidas de este tipo.
Por una parte, los consumidores, clase media, serán los primeros en resentir los efectos de la liberación de los precios de las gasolinas. Pero la clase baja y de menores recursos deberán junto con la clase media soportar los embates de los incrementos del precio del Transporte Público y los productos.
Ante el escenario de los incrementos de los precios, daría lugar a un factor adicional, la perdida de competitividad de México, ya que el fantasma de la inflación estaría haciéndose presente y con ello provocaría que el país sea menos atractivo para la inversión.
Y por que sucederá esto, la respuesta es simple, ante un alza de los precios en transporte y productos, la inflación estaría en el camino de incrementarse, dando lugar a que se ponga en marcha una política restrictiva para contener los efectos y por tanto aumentar las tasas de interés, generando con ello la reducción de inversiones y desalentando el consumo en bienes durables.
Pero surge la pregunta de los 64 mil pesos, ¿si bajan las gasolinas, bajaran el costo de los transportes y los productos?, aquí es donde esta el verdadero problema. El Gobierno y las instancias federales no disponen del personal necesario para que el libre mercado funcione en México, quién dará seguimiento para que los productores de bienes y servicios, regularice sus precios cuando la gasolina se expenda más barata. La realidad que existe en México, es que cuando un producto sube de precio, difícilmente regresa a su costo anterior, ¿quienes ganan?, los productores, las grandes empresas, los Centros Comerciales.
Aquí, el punto no es el sube baja del precio de la gasolina, sino los efectos que esta medida gubernamental, mal diseñada y planteada para el caso de México se esta llevando a cabo, sin tener los controles y el seguimiento necesario de los efectos y como contrarrestarlos.
Si la gasolina sube, los efectos indirectos es el alza al transporte público y los productos, pero si baja, ¿bajará el costo de los transportes y los productos?, esta pregunta queda en el aire. ¿Quiénes realmente ganan con la liberación de los precios?, otra pregunta, que no tiene respuesta, pero tienen nombre y apellido.
La verdad de las cosas es que la población, es la que pierde en su poder adquisitivo.
El Gobierno Federal muestra su incapacidad de poder asumir un modelo de manera adecuada para México, el incrementar el costo de vida, sin generar los empleos suficientes y bien remunerados, será el detonador de mayor pobreza y marginación, los programas sociales no pueden ni deben substituir los salarios e ingresos de las familias mexicanas, pretender hacerlo por esta vía, demuestra que disponemos de un gobierno insensible y poco ético y realista.
Por ello, la respuesta de la gente no debe venir de las calles a través de manifestaciones, marchas, plantones y bloqueos, es verdad que es una medida de presión para las autoridades gubernamentales, pero ello, no permite los cambios y las acciones necesarias que se requieren para modificar y adecuar la Política de Ingresos y la Política Económica del país.
Lo que realmente se requiere es que la ciudadanía, salga el 4 de junio a expresar con contundencia su malestar en las urnas electorales, eligiendo a un instituto político que haya demostrado congruencia política, social y planteamiento económico para resolver los problemas nacionales.
Hoy existe la indignación por el incremento del costo de vida, pero hay temas de intereses que deben resolverse y tienden a agravarse como es la inseguridad, la corrupción, las violaciones a los derechos humanos, la falta de empleo, el olvido del campo y sobre todo la reconstrucción de la industria petrolera y eléctrica de la nación, que se encamina a manos extranjeras y nacionales.

El 4 de Junio en las elecciones a la gubernatura del Estado de México, es el momento de expresar con contundencia el deseo de cambiar de régimen y de política económica y social, hacer ver a los partidos políticos que firmaron el Pacto Contra México, que su momento ya paso y que se requiere una Transformación con Cambio Verdadero de manera pacifica y democrática.

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