Mirar al universo y percibir la belleza silenciosa del cosmos, ha fascinado a la humanidad durante milenios. Los fenómenos astronómicos como el transcurso del día y de la noche, las estaciones o las mareas han sido parte de la forma de vida que tenemos.
En las constelaciones identificamos el hogar de nuestros dioses, como forma de describir su grandeza. Para augurar los aconteceres del mundo estudiamos el recorrido de los planetas por el Zodíaco. Observando las estrellas encontramos también la manera de medir el tiempo, diseñar calendarios y orientarnos en los viajes. El universo, es tan fascinante que el hombre desde sus origenes, ha sido cautivado.
Tanto los mayas como los aztecas poseían ricas cosmogonías y concepciones del universo, aunque con diferencias en sus detalles. Ambos veían el universo como una estructura dividida en niveles: cielo, tierra e inframundo, con conexiones entre ellos a través de un árbol sagrado (maya) o el eje terrestre (azteca). Los mayas tenían una visión más compleja del cielo, dividiéndolo en trece niveles, cada uno con sus propias deidades. Los aztecas, por su parte, hablaban de cinco soles o eras, cada una terminada por un cataclismo.
Cabe mencionar, que los primeros filósofos de la naturaleza emprendieron la inmensa tarea de despojar nuestra visión del cosmos de mito y de leyenda. Lo que ocurría en el universo, pensaban, no era el resultado de las decisiones arbitrarias de dioses caprichosos, sino que estaba gobernado por leyes que podían ser descubiertas con el pensamiento racional. Los científicos continuarán ese legado y en cada momento de la historia tratarán de aportar la explicación que más se aproxime a la realidad del mundo.
Es aquí donde la ciencia y el arte ha dejado constancia de los cambios que nuestra percepción del cosmos ha ido experimentando a lo largo de los siglos.
Esta fascinación por los misterios del universo que tanto nos atrae, también se vio muy vinculada a la evolución de la Historia del Arte, dando unas pequeñas pinceladas, ya que la astronomía ha sido una fuente duradera de inspiración para las diferentes culturas que se han ido desarrollando así como para los grandes artistas de cada momento.
Los Aztecas y los mayas y su cosmivisión.
Tanto los aztecas como los mayas compartían una profunda fascinación por el universo, manifestada en sus complejas cosmovisiones, calendarios precisos y observaciones astronómicas. Ambas culturas veían el cosmos como un sistema interconectado, donde el cielo, la tierra y el inframundo estaban relacionados y regidos por deidades.
Ambas culturas creían en la existencia de múltiples niveles cósmicos, como el cielo, la tierra y el inframundo, a menudo representados con estructuras jerárquicas.
La observación del cielo era crucial para ambas civilizaciones, quienes desarrollaron calendarios basados en los movimientos celestes como el Sol, la Luna y Venus, fundamentales para sus actividades agrícolas y rituales.
Los dioses desempeñaban un papel importante en la comprensión del universo y su funcionamiento. En la cultura azteca, los dioses requerían sacrificios para mantener el orden cósmico, mientras que en la maya, eran considerados los arquitectos del mundo y reguladores de los ciclos naturales.
Ambas culturas interpretaban eventos astronómicos como presagios o señales divinas, integrándolos en sus prácticas religiosas y sociales.
Si bien ambas culturas usaron calendarios, el sistema maya de la Cuenta Larga fue más preciso y podía especificar días infinitamente hacia el futuro, mientras que el sistema azteca era cíclico, repitiéndose cada 52 años.
Si bien ambas culturas tenían mitos sobre la creación del universo, las historias y deidades específicas variaban entre las diferentes culturas.
Es así como, tanto aztecas como mayas tenían una visión del universo profundamente arraigada en sus creencias religiosas, sus observaciones astronómicas y sus sistemas calendáricos, buscando comprender su lugar en el cosmos y cómo interactuar con él.